La tarde del 26 de abril de 1937 tuvo lugar uno de los episodios más salvajes y tristes de la Guerra Civil española: el bombardeo de Guernica.
Aquel día, lunes, día de mercado habitual, la ciudad, con apenas una población de 5000 personas, estaba especialmente concurrida. Hacia las cuatro de la tarde, los aviones de la Legión Condor alemana y la Aviazione Legionaria italiana aparecieron en el cielo.
Las primeras bombas explosivas e incendiarias cayeron junto al puente de Renteria y en la estación de trenes, arrasando después toda la ciudad en un ataque que duró más de tres horas.
Aunque posteriormente se dijo que el objetivo de la operación era una simple voladura de un puente, el hecho real es que tanto el puente en cuestión como una fábrica de armas, situada a las afueras de la ciudad, resultaron intactos.
La destrucción alcanzó niveles tan grandes que el incendio provocado por el bombardeo no se pudo apagar hasta varios días después.
A pesar de que los servicios de propaganda del general Franco negaron lo ocurrido, la crónica del periodista británico George Steer, corresponsal de The Times, que se encontraba presente en Guernica, daría la vuelta al mundo. “Por la forma de su ejecución y la magnitud de la destrucción causada, así como por la selección de su objetivo, la incursión en Guernica no tiene paralelismo en la historia militar”, escribía.
El bombardeo de Guernica fue el primer ataque aéreo indiscriminado contra una ciudad indefensa y su población civil, y ha pasado a ser símbolo internacional de las atrocidades de la guerra.
Se calcula que aproximadamente un tercio de los habitantes murieron en los ataques, pero lo cierto es que aún en la actualidad no se conocen con exactitud el número de bajas.
Pocas semanas después del bombardeo, Pablo Picasso comenzaría a crear el enorme mural conocido como Guernica, pintado entre los meses de mayo y junio de 1937, y que hoy, además de ser considerada una de las obras más importantes del arte del siglo XX, es un icono de los terribles sufrimientos que la guerra causa en los seres humanos.
“Gritos de niños, gritos de mujeres, gritos de pájaros, gritos de flores, gritos de vigas y de piedras, gritos de ladrillos, gritos de muebles, de camas, de sillas, de cortinas, de vasos…” todo ellos se podían escuchar en la que tal vez sea la obra de arte más triste de la historia.
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