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viernes, 24 de abril de 2020

Kate Winslet

(Kate Elizabeth Winslet; Reading, Berkshire, 1975) Actriz británica. Aunque alcanzó tempranamente una inmensa popularidad como protagonista junto a Leonardo DiCaprio de Titanic (1997), la superoscarizada producción de James Cameron, el reconocimiento de sus aptitudes interpretativas fue más tardío: tras cinco nominaciones al Oscar, en 2009 recibió la preciada estatuilla por su papel en The Reader (2008).

Kate Winslet
Segunda de los cuatro hijos del matrimonio de actores formado por Roger Winslet y Sally Bridges, Kate Winslet cursó estudios en la Redroofs School, en Maidenhead, pero la tradición familiar (sus abuelos maternos y su tío también se dedicaban al teatro) la llevó pronto a decantarse por la interpretación y a probar suerte en los escenarios. Tras apariciones esporádicas en anuncios publicitarios y en varias comedias de situación, la gran oportunidad le llegó a los diecisiete años, cuando Peter Jackson confió en ella para interpretar a una adolescente obsesiva en el filme Criaturas celestiales (1994). La película, basada en una historia real que había tenido gran repercusión en Nueva Zelanda en la década de 1950, cosechó los elogios de la crítica especializada y supuso la incursión de Peter Jackson en el cine "serio".
Pese al éxito de Criaturas celestiales, Winslet se dio realmente a conocer entre el gran público un año más tarde, cuando el director Ang Lee le ofreció representar a la sensible Marianne Dashwood junto a la consolidada actriz Emma Thompson (en el papel de Elinor, la hermana juiciosa) en Sentido y sensibilidad (1995), una sólida adaptación del clásico de Jane Austen que tuvo un gran éxito de público y crítica. Por esta interpretación obtuvo los premios Bafta y del Sindicato de Actores a la mejor actriz de reparto, y fue nominada al Oscar por primera vez.
Sentido y sensibilidad le siguieron en 1996 el drama romántico Jude, de Michael Winterbottom, y una excelente adaptación del Hamlet de Skakespeare dirigida por Kenneth Branagh, pero fue su siguiente interpretación la que le daría renombre internacional y la haría entrar por la puerta grande en la historia del cine: en Titanic (1997), la superproducción dirigida por James Cameron, la actriz vivía un apasionado romance con Leonardo DiCaprio, con el histórico hundimiento, en 1912, del RMS Titanic como telón de fondo. Titanic se convertiría en la película más taquillera de la historia y en una de las más laureadas: obtuvo once Oscar (aunque la actriz se quedó de nuevo sin la estatuilla) y cuatro Globos de Oro.

Kate Winslet en Titanic (1997)
y en The Reader (2008)
El éxito de la película y la repercusión y la fama desbordaron a la propia protagonista, que en los años siguientes decidió darse un respiro y embarcarse en proyectos independientes y menos comerciales, como el filme de G. MacKinnon Hideous Kinky (1998), en el transcurso de cuyo rodaje conoció al asistente de dirección James Threapleton, su primer esposo y el padre de su hija Mia (2000). En esa misma línea intervino en Holy Smoke (1999, J. Campion) y Quills (2000, P. Kaufman).
La vida de la actriz dio un giro en 2001, cuando se divorció de Threapleton y se convirtió en pareja del director de cine británico Sam Mendes (la pareja se casaría en 2003, y tendría un hijo, Joe, ese mismo año). Rodó entonces dos nuevos filmes, Enigma (M. Apted) e Iris (R. Eyre), una biografía fílmica de la novelista irlandesa Iris Murdoch. Por esta película, en la que Kate Winslet interpretaba la juventud de la escritora y su intensa vida sexual y sentimental (compartía personaje con una magnífica Judi Dench, que daba vida a la Murdoch anciana acorralada por el Alzheimer) fue candidata a un Oscar por tercera vez.
Más adelante, tras un receso temporal para dedicarse al cuidado de su segundo hijo, reanudó los rodajes: protagonizó, junto con Johnny DeppDescubriendo Nunca Jamás (2004, M. Forster) y fue la impulsiva Clementine en ¡Olvídate de mí! (2004, M. Gondry), película que obtuvo el Oscar al mejor guión y que dejó de nuevo a la actriz a las puertas de obtener la preciada estatuilla. Siguieron después Juegos secretos (2006, T. Field), por cuyo papel acumuló nominaciones, y la comedia The Holiday (2006, N. Meyers).
El segundo gran momento para esta intérprete británica estaba aún por venir, y lo haría de la mano de dos títulos estrenados en 2008. El primero fue Revolutionary Road, en el que, bajo la dirección de su marido, Sam Mendes, se reencontraba once años después con su pareja cinematográfica en Titanic, Leonardo DiCaprio, para encarnar a una esposa cuyo matrimonio se resquebraja. El segundo, The Reader (El lector), era una coproducción alemano-estadounidense dirigida por el realizador británico Stephen Daldry (autor de Billy Elliot y Las horas) y basada en la novela homónima de Bernhard Schlink. Ambientada en la Alemania nazi, la película narra la tórrida historia de amor entre un joven (David Kross/Ralph Fiennes) y una mujer madura (Hanna Schmitz/Kate Winslet).
Ambos papeles le reportaron, en la misma edición, sendos Globos de Oro a la mejor actriz de drama y a la mejor actriz de reparto, respectivamente. Por The Reader obtuvo además, finalmente, su primer Oscar. En la ceremonia de entrega de los galardones, la actriz, visiblemente emocionada, inició su discurso con una frase emotiva: "Tenéis que perdonarme, no estoy acostumbrada a ganar", dijo aludiendo a sus sucesivas nominaciones sin recompensa. Su interpretación en The Reader mereció además el Bafta y el premio del Sindicato de Actores a la mejor actriz de reparto: entraba así en el selecto olimpo de las actrices que ganaban los cuatro galardones máximos de la interpretación. Y en diciembre de 2009, como colofón a un año de éxitos, la Academia Europea de Cine le otorgó el premio a la mejor actriz o, lo que es lo mismo, el "Oscar" europeo.

Leonardo DiCaprio

(Leonardo Wilhelm DiCaprio; Los Ángeles, 1974) Actor estadounidense. Su padre, George DiCaprio, fue distribuidor de cómics; con el tiempo, y gracias al éxito y popularidad de su hijo, ha llevado los asuntos profesionales de éste, al mismo tiempo que ha cuidado de sus finanzas. Su madre, de nombre Imerline, se separó de su padre cuando Leonardo contaba con sólo un año. Ambos cónyuges compartieron la custodia del hijo, hasta que este decidió emanciparse en 1997.

Leonardo DiCaprio
Sus estudios fueron discretos; no fue a la universidad y cursó enseñanzas básicas en Los Ángeles, en la John Marshall High School. Su dedicación al mundo de la imagen comenzó en el campo de la publicidad para la televisión, para luego participar en filmes de tipo divulgativo. Su primera aparición en pantalla tuvo lugar con la película Critters 3 (1991), un discreto título en el que el miedo y un raro sentido del humor se daban la mano.
Su debut como protagonista fue en Vida de este chico (1993), dirigida por Michael Caton-Jones, donde compartía cartel con Robert De Niro; apenas contaba con 19 años. La película le valió el Premio Nueva Generación y las respectivas candidaturas al Globo de Oro y el Oscar al mejor actor. A ese título ya siguió una relativamente abundante serie de producciones que de algún modo contribuyeron a abrirle paso en el tortuoso camino del estrellato en el cine norteamericano.
Así, participó en ¿A quién ama Gilbert Grape? (1994), como el hermano discapacitado de Johnny Depp; y en Rápida y mortal (1995), junto a Sharon Stone y Gene Hackman, un western que pretendía ser innovador, a mayor gloria de la actriz protagonista, pero que no pasó de discreto. Intervino en una curiosa versión de Romeo y Julieta (1996), con Claire Danes, donde el eterno mito que concibiera William Shakespeare y que tanto juego ha dado en el cine era recreado de una manera particular, en la que la realidad y lo onírico y los juegos con el tiempo se mezclaban con el fin de acercar la historia a nuestro tiempo y que fuera aceptada por un público joven.
Esta trayectoria sirvió para que DiCaprio fuera labrándose un historial de actor eminentemente intuitivo, sin formación académica, pero que lograba buenas interpretaciones, sin ceder lo más mínimo ante actores de fama más consolidada. Su prestigio se acrecentaba gracias también a su físico: rubio, de aspecto aniñado, entre dulce y moderno, con unos expresivos ojos claros que en ocasiones pueden darle a su mirada un punto de dureza y rebeldía.

Con Kate Winslet en Titanic (1997)
No obstante, su gran ocasión le llegó cuando el no siempre bien valorado James Cameron le ofreció el papel de protagonista masculino en Titanic (1997). La película no sólo se llevó un considerable número de oscars de la Academia -no el de interpretación, precisamente- sino que, además, se convirtió en un fenómeno social muy por encima de sus indudables valores cinematográficos.
Sin duda, uno de los aciertos de Cameron fue confiar los dos principales papeles a una pareja como DiCaprio y Kate Winslet. Ellos supieron impregnar de romanticismo y poesía una relación sentimental que, en el fondo, no era más que la reedición de Romeo y Julieta, con clases sociales (en lugar de clanes) antagónicas, con el hundimiento del barco y un cuadro social e histórico como telón de fondo. Todo ello acompañado de un despliegue de medios y tecnología que se supo utilizar con inteligencia, sin que ocultasen la historia a cuyo servicio se encontraban. El éxito para la película y sus protagonistas, en especial DiCaprio, se puede calificar de grandioso.
No obstante, la fama impone su servidumbre, y DiCaprio ha pasado por malos momentos personales. A pesar de ello, arropado por él éxito internacional conseguido, participó en El hombre de la máscara de hierro (1998), una nueva versión del melodrama de Alejandro Dumas donde interpreta el doble papel de Luis XIV y de su supuesto hermano, rodeado por un formidable trío de actores: Jeremy IronsGerard Depardieu y John Malkovich. El resultado fue discreto, pero su personaje fue el máximo aliciente para que millones de jovencitas se acercaran a la taquilla para ver a su ídolo.
Los proyectos se han acumulado desde entonces en su agenda, aunque su juventud le ha impedido ser tenido en cuenta por los directores para participar en proyectos de más enjundia. Debe destacarse su participación en el proyecto del siempre genial Woody AllenCelebrity (1998), donde da vida a un personaje que en gran medida se encaja a la perfección en su propia biografía, aunque algo caricaturizada: una joven estrella de cine que es literalmente acosada por sus fans y que vive en un mundo aparte de lujo y excentricidad. Aficionado a los videojuegos y el tenis de mesa, sin duda se consolidaba como una de las estrellas cinematográficas más prometedoras para el siglo XXI.

En El aviador (2005), de Martin Scorsese
El fracaso comercial de La Playa (1999) mantuvo al joven actor alejado de los grandes proyectos cinematográficos durante una larga temporada hasta que en 2002 regresó a la pantalla grande de la mano de dos de los mejores directores de Hollywood, Martin Scorsese, que le brindó un extraordinario papel en Gangs of New York, y Steven Spielberg, quien también contó con DiCaprio para protagonizar el thriller Atrápame si puedes.
En 2005 trabajó de nuevo a las órdenes de Scorsese en El aviador, filme en el que interpretó al director de cine, hombre de negocios y aventurero Howard Hughes, papel por el que obtuvo una nominación al Oscar y el Globo de Oro al mejor actor.

Stanley Kubrick

Nueva York, 1928 - Harpenden, Reino Unido, 1999) Director de cine estadounidense. Stanley Kubrick fue, ante todo, un perfeccionista cuya minuciosidad le otorgó fama de maniático, un tenaz jugador de ajedrez que se había ganado la vida como tal y como fotógrafo de la revista Look (desde los diecisiete años) antes de poner sus aptitudes al servicio de la imagen en movimiento, campo en el que su versátil e inagotable talento le permitiría abordar variados géneros y dejar en todos ellos innegables obras maestras.

Stanley Kubrick
Tras unos fulgurantes inicios en los territorios del cine negro de los años 50, la filmografía de Kubrick siempre se desplazó con facilidad de una temática a otra, de un tono a otro: tan pronto asumía enérgicamente los mecanismos de relojería del mejor cine policíaco (Atraco perfecto, 1956), convirtiéndolos en un personal discurso sobre el azar y el juego, como abordaba ambientes tan dispares como pueden ser el del peplum (la melodramática Espartaco, 1960, soberbiamente interpretada por Kirk Douglas) o el de la sátira y la farsa política (¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú, 1964). No vaciló tampoco en recurrir a la adaptación de clásicos literarios para construir universos propios: la mórbida Lolita (1962), basada en la Lolita de Vladimir Nabokov, es una densa recreación del mundo de provincias estadounidense formidablemente servida por los magníficos James Mason, Sue Lyon y Shelley Winters.
Kubrick no gozó del aplauso unánime del público y de la crítica hasta el estreno de Senderos de gloria (1957), filme antibelicista en el que describió un célebre caso de fusilamientos por supuesta deserción durante la Primera Guerra Mundial. Ya en esta primera obra maestra se reveló como un especialista en aportar jugosas estrategias visuales a géneros en apariencia agotados. En Senderos de gloria, el alegato contra el autoritarismo y el absurdo de la guerra impregna hasta el más mínimo de los detalles de puesta en escena, mientras la rigidez y geometría de los movimientos de cámara transmiten la atmósfera implacable de la maquinaria de guerra y la burocracia militar.
A lo largo de su trayectoria y con muchos años de separación, otros dos filmes retomarían la temática antimilitarista: ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú (1964) y La chaqueta metálica (1987). Un tono brutalmente sarcástico caracteriza ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú, juzgada la mejor película jamás filmada sobre la guerra fría. En ella el general de las fuerzas aéreas estadounidense Jack D. Ripper, obsesionado con la idea de una conspiración comunista, da la orden de lanzar bombas atómicas sobre objetivos soviéticos a las escuadrillas en vuelo. El presidente de los Estados Unidos reúne a sus consejeros para averiguar qué ha ocurrido, y resulta que la decisión tomada por Ripper es irrevocable; la base comandada por el enloquecido general está sellada y no es posible comunicarse con ella.

¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú (1964)
Sólo queda una opción: invitar al embajador de la URSS al Estado Mayor y contarle lo ocurrido, para que se ponga en contacto con su presidente y encontrar una solución entre todos. La sorpresa es grande cuando el embajador soviético les revela que, en caso de un ataque estadounidense, se activaría el «Arma definitiva», un ingenio que aniquilaría la vida en el planeta, sin que nadie pueda hacer nada para evitarlo. Aparte del consabido talento de Peter Sellers (enorme en sus triple papel de capitán Mandrake, presidente norteamericano y embajador ruso), la baza del filme fue sin duda su excelente guión y el acertado tratamiento del director, que rebajó hasta lo grotesco personajes y situaciones y exhibió un humor negro tan lúcido como desesperanzado.
Curiosamente, La chaqueta metálica (1987) invirtió la técnica de Senderos de gloria y convirtió el fluido y vacilante movimiento de la steadycam en la mejor representación del caos moral y humano del conflicto de Vietnam. Siempre innovador e inquieto experimentador técnico, Kubrick ya había aplicado con singular fortuna las posibilidades de la steadycam en El resplandor (1980), su personal incursión en el cine de terror y en la novelística de Stephen King. En un impresionante alarde técnico y visual, el director convirtió la psicosis de su protagonista, Jack Nicholson, en un laberíntico trazado de planos-secuencia en perpetuo movimiento por corredores vacíos y jardines nevados, imagen-símbolo de una mente desprovista de puntos de anclaje fijos con la realidad que la rodea.
Las aportaciones más relevantes de su trayectoria, sin embargo, iban a darse en el terreno de la ciencia ficción. En 1968 asombró al mundo con 2001: Una odisea del espacio, inspirada en un relato corto del escritor Arthur C. Clarke, coautor con Kubrick del guión. El estreno de esta película fue un acontecimiento de primera magnitud debido al innovador enfoque dado al género y a su revolucionaria concepción visual. El cineasta dio rienda suelta a su inigualable sentido estético en el marco de una historia de fuerte contenido metafísico y especulativo, que destacó además por sus perfectos efectos especiales y la poderosa carga simbólica de algunas de sus imágenes.
Con Una odisea del espacio, Kubrick prácticamente reinventó la ciencia ficción cinematográfica. Tras varias décadas de reclusión en películas de bajo presupuesto y series B, la fantasía futurista encontró con este filme su lugar para el gran público y para los grandes despliegues de medios, presupuesto y efectos especiales. 2001: Una odisea del espacio fue la piedra angular que abrió el camino para la entrada de la ciencia ficción en la serie A, jalonada por títulos hoy clásicos como La guerra de las galaxias (1977), de George LucasAlien (1979), de Ridley Scott, o Terminator (1984), de James Cameron.

2001: Una odisea del espacio (1968)
Pero 2001: Una odisea del espacio ofrece no sólo una lujosísima producción con asombrosos efectos especiales (la "danza" de las naves espaciales al compás de El Danubio azul de Johann Strauss, el extraordinario diseño de producción de los interiores de la nave), sino que, desde el punto de vista del contenido, se presenta como una epopeya filosófica y moral que pretende ser la versión adulta de los cuentos de monstruos infantiles: la parábola de una humanidad bajo el peligro del cáncer tecnológico, la voluntad del hombre de viajar hasta el origen, el principio y el fin de la civilización unidos en una sola imagen... La grandiosidad del filme atestigua, como pocas veces, el singular talento visual de su realizador y su compleja y ciertamente megalómana sensibilidad como artista.
Mucho se ha especulado sobre el enigmático significado de esta obra maestra, por más que, tal como apuntan el propio Stanley Kubrick y Arthur C. Clarke en la edición en libro del guión, una de las principales ideas que les movió en este proyecto conjunto era la de abrir un interrogante sobre el origen y la naturaleza de la inteligencia. El asombroso rigor científico fue debido a un intenso trabajo de documentación en el que se consultó a la NASA, General Electric, PanAm e IBM. De todo ello tomó buena nota Douglas Trumbull, el responsable de los revolucionarios efectos especiales. Por lo que respecta a los efectos fotográficos especiales premiados con un Oscar, y que incluían las front-projections de la primera parte o la secuencia de Bowman cruzando el anillo de asteroides, fueron realizados por cuatro equipos dirigidos personalmente por Kubrick, quien también fue el responsable de su diseño.
Inmediatamente después de Una odisea del espacio, Kubrick se embarcó en un nuevo proyecto futurista que completaría y estrenaría tres años más tarde: La naranja mecánica (1971), una descarnada reflexión sobre la violencia individual y colectiva que partió de la novela homónima de Anthony Burgess. Censurada durante mucho tiempo en múltiples países, La naranja mecánica se sitúa en un futuro distópico, en una Inglaterra desolada y devastada por la violencia. Alex, miembro de una violenta banda juvenil, es arrestado por violación y asesinato. A cambio de la conmutación de su condena, se le propone que participe en un plan experimental de reinserción diseñado por el gobierno: el Tratamiento Ludovico, que resulta ser, en síntesis, una combinación de psicología conductista y lavado de cerebro. Cuando finalmente Alex es devuelto a la sociedad, completamente curado de sus incontrolables impulsos violentos, o más bien incapaz de tenerlos, encuentra en el exterior una violencia soterrada aún mayor, que se manifestará en las venganzas que sobre él ejercerán algunas de sus ex víctimas y ex compañeros de correrías, ahora convertidos en sus verdugos.

La naranja mecánica (1971)
La segunda incursión de Kubrick en la ciencia ficción no pudo ser más polémica y controvertida (de hecho, tanto como lo había sido la novela homónima de Anthony Burgess, publicada en 1962). El arriesgado panorama ético y moral que se despliega con singular crudeza a lo largo del metraje convierten La naranja mecánica, más allá de cualquier otra valoración, en un auténtico fenómeno sociológico para la cultura de su tiempo, por su carácter de alegoría política (los jóvenes hablan en un argot que aglutina palabras rusas e inglesas) y su denuncia de la brutalidad inherente a las pretensiones cívicas de nuestra sociedad contemporánea. La banda sonora se hizo muy popular debido a los arreglos electrónicos de Walter Carlos, pero también puede oírse música de Henry PurcellRossiniBeethoven y Rimski-Korsakov, entre otros, y la canción Singin' in the Rain.
Kubrick abordó siempre sus proyectos con la actitud de un demiurgo, buscando el control absoluto de todas las etapas del proceso (la producción, el guión, la fotografía, la música, el montaje, el sonido... y aun las características técnicas de las salas en que habían de proyectarse sus obras). Por ello, sus rodajes fueron tradicionalmente los más densos, complejos y, con frecuencia, largos del cine contemporáneo: un claro ejemplo fue la oscarizada Barry Lyndon (1975). La preparación de este filme de época protagonizado por Ryan O'Neal supuso una exhaustiva investigación y documentación sobre el siglo XVIII para reproducir con absoluta fidelidad el ambiente del período. El reto consistió en filmar aprovechando al máximo la luz natural, llegando incluso a utilizar velas como única fuente de iluminación.
Después de las ya citadas El resplandor (1980) y La chaqueta metálica (1987), Kubrick emprendió en 1997 el rodaje de Eyes wide shut (1999), un drama erótico-conyugal sobre las intimidades de una pareja aparentemente perfecta. Los personajes protagonistas, Bill y Alice Harford, parecen en efecto constituir el matrimonio ideal: jóvenes, bien parecidos y triunfadores, la sombra de la infidelidad, que asoma por doquiera en su entorno personal, no llega a turbar la armonía de su relación. Sin embargo, tras regresar de una fiesta donde ambos han recibido insinuaciones por parte de terceras personas, Alice confiesa a su marido un suceso acaecido hace unos años que rompe la idílica imagen. Bill, profundamente afectado y resentido con su esposa, abandona la casa e inicia un extraño periplo nocturno durante el que una serie de experiencias vitales, cada vez más oníricas y amenazantes, le obliga a replantearse sus propias convicciones morales.
Basada en una novela corta del escritor y dramaturgo austríaco Arthur Schnitzler, Eyes wide shut acabaría por convertirse en el testamento fílmico de Stanley Kubrick. Cuando se anunció el proyecto, que suponía la primera colaboración del director con dos de las estrellas más relevantes de Hollywood, Tom Cruise y Nicole Kidman (matrimonio en la vida real), la expectación alcanzó límites insospechados, expectación que se potenció todavía más a medida que el rodaje se alargaba (acabó durando más de dos años) y fueron apareciendo en los periódicos y la televisión filtraciones acerca de pretendidas tensiones entre los actores y el director y la supuesta elevada carga erótica del filme.
Pocos meses antes del previsto para el estreno, la noticia del fallecimiento de Kubrick conmocionó el mundo del cine y aumentó, aún más si cabe, la leyenda de la película, sobre cuyo montaje final recayeron sospechas al no saberse a ciencia cierta si el director había sido capaz de finalizarlo antes de su óbito. Tanto Cruise como Kidman emplearon toda su influencia para que el estudio no realizara corte alguno, y Eyes wide shut pudo estrenarse al fin, para quedar por siempre unida al recuerdo de una de las personalidades más geniales del séptimo arte.

Los Kennedy

Familia de políticos estadounidenses del Partido Demócrata. Esta familia católica de origen irlandés se estableció en Boston (Massachusetts) a mediados del siglo XIX; pronto adquirieron influencia política representando los intereses de la comunidad irlandesa local.
Completaron su ascensión social en tiempos de Joseph Patrick Kennedy (1888-1969), cuyas especulaciones financieras proporcionaron a la familia una de las mayores fortunas del país. Joseph P. Kennedy apoyó la campaña presidencial de Franklin D. Roosevelt, y bajo su Administración fue nombrado embajador en Londres (1938). Sin embargo, hubo de abandonar el cargo un año más tarde, ya que sus inclinaciones antisemitas y su simpatía por la Alemania nazi le llevaron a defender el aislacionismo de Estados Unidos ante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Desde entonces se volvió contra Roosevelt en el seno del partido.

John, Robert y Edward Kennedy
Tanto él como su mujer, Rose Fitzgerald, orientaron a sus hijos hacia la política. La carrera del primogénito, Joseph Kennedy (1915-1942), se truncó al morir durante la guerra pilotando un bombardero sobre Francia. En cambio el segundo, John F. Kennedy (1917-1963), llegó a ser presidente de los Estados Unidos en 1961. Su carrera se interrumpió al morir asesinado.
Su hermano Robert F. Kennedy (1925-1968), que había sido fiscal y un destacado senador (presidente del Comité de Encuestas del Senado desde 1954), fue designado ministro de Justicia al acceder John Kennedy a la presidencia. Destacó su trabajo en favor de la integración racial y, posteriormente, contra la intervención norteamericana en Vietnam. En 1968 quiso continuar la obra de su hermano, luchando por la nominación como candidato presidencial; pero murió tras sus primeros éxitos en las elecciones primarias de aquel año, asesinado también por un terrorista palestino contrario a su defensa del Estado de Israel.
Continuó en la política un cuarto hermano, Edward Moore Kennedy, más conocido como Ted Kennedy (1932-2009), que había sustituido a John F. Kennedy como senador por Massachusetts en 1962. Su prestigio quedó empañado por el escándalo de un oscuro accidente de automóvil en 1969 en el que murió su secretaria; condenado por imprudencia temeraria, hubo de abandonar por el momento sus aspiraciones políticas.
En 1980 Ted Kennedy intentó conseguir la nominación demócrata para la presidencia, que le fue arrebatada por Jimmy Carter. No obstante, siguió desempeñando un papel muy activo en el Senado, enfrentándose a las posteriores Administraciones republicanas. La generación más joven de la familia ha tenido menos éxito en sus empresas políticas: de los hijos de Robert F. Kennedy, sólo Joseph Patrick Kennedy (1952) logró un escaño en la Cámara de Representantes en 1986.

James Cameron

(James Francis Cameron; Kapuskasing, Ontario, 1954) Cineasta canadiense. Especializado en sus inicios en filmes futuristas y de ciencia ficción con una buena dosis de acción y de efectos especiales, fue luego el artífice de Titanic (1997), grandiosa superproducción en la que aunó la catástrofe del naufragio con una historia romántica. La película igualó con sus once Oscar a Ben-Hur y desbancó a La guerra de las galaxias como la más taquillera de la historia. Doce años después, el director batió su propio récord de recaudación con el filme en 3D Avatar (2009), mucho menos apreciado por la crítica.

James Cameron
James Cameron fue el primero de los cinco hijos del matrimonio formado por Philip, ingeniero, y Shirley, enfermera. Según su madre, la vida del pequeño James cambió cuando, en 1968, asistió a la proyección de 2001: una odisea del espacio, de Stanley Kubrick, y descubrió el género de la ciencia ficción. En 1971, por motivos laborales, los Cameron se establecieron en Orange County, California, donde James compatibilizaba sus estudios en el Fullerton College con sus largas horas en la biblioteca para leer guiones de cine. Cursó estudios de física en la Universidad del Estado de California, pero pudo más su pasión por el séptimo arte y pronto decidió iniciar su singladura cinematográfica.
Los comienzos no fueron fáciles. Mientras por las noches escribía guiones y pintaba (es un avezado ilustrador que hace sus propios storyboards), fue camionero y conductor de un autobús escolar. En 1978 se casó con la camarera Sharon Williams, en la que sería la primera de una serie de relaciones fallidas; se divorciaron en 1984. Fue precisamente en 1978 cuando escribió y dirigió, con Randall Frakes, su primer corto, Xenogénesis. Aunque no se estrenó, el cortometraje (de doce minutos de duración, con mucha animación, efectos visuales y pinturas mate) ya dejaba entrever algunas de las bazas que caracterizarían la filmografía de Cameron y le abrió puertas en la industria cinematográfica como director artístico y supervisor de efectos especiales de Roger Corman (New World Pictures), facetas que desarrolló profesionalmente por primera vez en el filme Los siete magníficos del espacio (1980).
La primera experiencia de Cameron como director de un largometraje no pudo ser más frustrante. Contratado para rodar Pirañas 2: los vampiros del mar (1981), sus desavenencias con los productores le llevaron a decidir que en adelante sólo dirigiría películas con guiones propios. Tres años más tarde estrenaba Terminator (1984), una trepidante producción futurista en la que el musculoso Arnold Schwarzenegger daba vida al cyborg Terminator T-800. La película, de bajo presupuesto y producida por la que sería su segunda esposa entre 1985 y 1989, Gale Anne Hurt, supuso un éxito de público y crítica y cosechó diversos premios, entre ellos los Saturn al mejor maquillaje, a la mejor película de ciencia ficción y al mejor guión. En 2008 tuvo el honor de ser incluida en el Registro Nacional de Cine de la Biblioteca Nacional de Estados Unidos.

Terminator 2: el juicio final (1991)
Terminator, considerada una de las películas de la década y un clásico por sus revolucionarios efectos especiales, le seguirían varios títulos que contribuyeron a incrementar su renombre. Aliens, el regreso (1986, director y guionista) resultó ganadora de dos premios Oscar de la Academia (mejores efectos visuales y efectos de sonido) y confirmó su reputación como uno de los más hábiles directores de ciencia ficción. Pero su siguiente película, Abyss (1989, director y guionista), fue un rotundo fracaso comercial y de crítica.
Volvería a alcanzar el éxito con la secuela Terminator 2: el juicio final (1991, director, guionista y productor), filme en que por primera vez se dio rienda suelta a las inmensas posibilidades de los efectos especiales generados por ordenador y que fue galardonada con cuatro Oscar (mejores efectos visuales, mejor sonido, mejor maquillaje y mejor edición de sonido). Cameron fue también director y guionista de Mentiras arriesgadas (1994) y, paralelamente, productor ejecutivo de Le llaman Bodhi (1991), una película dirigida por su entonces tercera esposa, Kathryn Bigelow. Este matrimonio tampoco funcionó, pero los dos cineastas mantuvieron una buena relación profesional, como lo prueba el hecho de que, en 1995, el canadiense produjera y firmara el guión de la siguiente película de la realizadora, Días extraños.
Apreciado ya como una relevante figura dentro de sus géneros predilectos, James Cameron sorprendió después con un nuevo registro llevando a la pantalla la tragedia del Titanic. Director, guionista y productor del filme, Cameron pergeñó en Titanic (1997) una superproducción al más puro estilo Hollywood, adscrita por igual al género de catástrofes y al melodrama romántico, y de una inusitada calidad. Epopeya cinematográfica quizá más propia de los tiempos gloriosos del cine épico, esta económicamente arriesgada aventura (dos de las grandes productoras de Hollywood tuvieron que unirse para hacer frente al presupuesto) desbancó a La guerra de las galaxias como película más taquillera de la historia del cine, situando el listón en los más de 1.843 millones de dólares que recaudó en todo el mundo. Un récord que curiosamente le arrebataría, doce años después, otra película del mismo director.
Si bien el melodrama romántico que narra Titanic es pura ficción, el marco en el que se desarrolla es historia, y James Cameron quiso reconstruirla con la mayor veracidad, documentándose ampliamente: bajó cámaras de Panavisión a unas profundidades oceánicas a las que nunca se había llegado para filmar los restos del navío; recreó los detalles más minuciosos del barco, que hizo reconstruir en una playa de México, encargando incluso algunos elementos (pescantes, alfombras, etc.) a las mismas empresas que construyeron los originales de 1912; y renunció a su salario para poder ver su sueño en la pantalla.

Titanic (1997)
El esfuerzo mereció la pena: las escenas del hundimiento del célebre transatlántico, que costaron una auténtica fortuna, logran un efecto difícil de explicar a quien no haya visto el filme. Centenares de extras se desplazan desesperados y en perfecta sincronía por la superficie de una perfecta reconstrucción del Titanic, mientras la cámara salta hábilmente del puente a los botes salvavidas, y de allí a las bodegas. Protagonistas, extras y público se hunden luego otra vez con el gigante, y no resulta difícil creer que de forma bastante parecida a como sucedió en la realidad.
Titanic igualó el record de Oscar que ostentaba Ben-Hur (1959), confirmando el éxito sin precedentes del filme. La Academia solamente dejó sin premiar las nominaciones a la mejor actriz (Kate Winslet), al mejor maquillaje y a la mejor actriz secundaria (Gloria Stuart). Leonardo di Caprio, el protagonista del filme y uno de sus máximos atractivos, sobre todo de cara a la audiencia juvenil, no había sido nominado. Aunque Titanic había encumbrado a los actores protagonistas, Leonardo DiCaprio y Kate Winslet, la Academia no pareció apreciar la historia romántica del filme, al revés de lo que hizo el público. James Cameron rompió aquí con un elemento clásico del cine de catástrofes como es el cruce de historias de múltiples personajes, y lo sustituyó por una historia trágica de amor imposible. Fox y Paramount ya no dudan en señalar esta elección como uno de los aspectos clave que explican su éxito arrollador.
La selección de Oscar dejaba bien claro que Hollywood premiaba ante todo la meticulosa reconstrucción de la catástrofe que habían llevado a cabo James Cameron y su equipo, y la atención que se prestó a la elaboración de todos los aspectos del filme: dirección artística, fotografía, vestuario, sonido y efectos especiales. Mereció asimismo el Oscar la memorable banda sonora compuesta por James Horner, autor además de la famosísima canción My Heart Will Go On, también oscarizada e interpretada por Celine Dion. Cameron se llevó las estatuillas al mejor director, mejor montaje y mejor producción.
El mismo año del estreno de Titanic, 1997, el cineasta volvía a probar suerte con las mujeres y se casaba con Linda Hamilton, la Sarah Connor de Terminator. La pareja tuvo un hijo, pero una vez más el matrimonio fracasó y Cameron encadenó un nuevo divorcio. Volvió a casarse en el año 2000 con la ex modelo y actriz Suzy Amis, con la que tendría tres hijos. Tras el éxito de Titanic, Cameron se embarcó en la realización de documentales, como el impactante Aliens of the Deep (Criaturas del abismo, 2005), en el que experimentaba con las técnicas del formato IMAX 3D.
Pronto los avances cinematográficos y tecnológicos iban a permitirle recuperar un viejo proyecto que descansaba en el fondo de un cajón y retomar el género de la ciencia ficción. La expectación que generó Avatar (2009) fue enorme. Amparada por una espectacular campaña de marketing, se presentaba como una película de perfección técnico-visual, que utilizaba las técnicas cinematográficas más modernas e innovadoras y marcaría un antes y un después no sólo en el género, sino en la cinematografía en general.
Avatar se estrenó el 18 de diciembre de 2009 en Estados Unidos en Cine RealD e IMAX 3D. Cameron firmaba el guión, la dirección y la producción. Cinco semanas después, el 25 de enero de 2010, había recaudado en todo el mundo 1.858 millones de dólares y desbancaba a Titanic en la guerra de récords históricos de taquilla. En la gala de la 67ª edición de los Globos de Oro, celebrada el 17 de enero en Beverly Hills, Los Ángeles, el filme obtuvo los premios a la mejor película y al mejor director. Pero en la carrera por los Oscar (aspiraba a nueve estatuillas, entre ellas las de mejor director y mejor película), Avatar fue la gran perdedora, al caer derrotada por la bélica En tierra hostil, dirigida curiosamente por su ex esposa Kathryn Bigelow, que fue la primera mujer que lograba el Oscar a la mejor dirección.
Después de arrasar en las pantallas de todo el mundo, el 22 de abril de 2010, coincidiendo con el Día de la Tierra, el director canadiense presentó la versión Blu-ray de Avatar. En un solo día se vendieron en Estados Unidos 1,5 millones de unidades en este formato, un nuevo récord histórico para la película. Parte de los fondos estaban destinados a impulsar el programa ecologista Home Tree Initiative, que contemplaba sembrar un millón de árboles en 2010. Tras el éxito de Avatar, Cameron anunció que preparaba la reedición de Titanic en 3D; estrenada en 2012, fue excelentemente acogida por el público y la crítica.