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martes, 14 de abril de 2020

Hillary Clinton

(Hillary Diane Rodhman; Chicago, 1947) Abogada y política estadounidense, esposa del presidente demócrata Bill Clinton (1993-2001) y secretaria de Estado en la administración de Barack Obama. Hija de Hugh y Dorothy Rodham, cursó su educación primaria y secundaria en el Wellesley Collage de su ciudad natal, donde destacó tanto por su excelente historial académico como por su participación en la representación del alumnado.

Hillary Clinton
Tras finalizar su educación secundaria ingresó en 1969 en la Universidad de Yale (New Haven, Connecticut), donde se matriculó en Derecho. De aquella época, en la que volvió a destacar por la dirección de una de las revistas de la universidad, data su primer encuentro con su futuro esposo, Bill Clinton. Una vez graduada como doctora en Derecho (1974), comenzó a trabajar en Cambridge para la Children's Defense Fund. Desde entonces dedicó gran parte de su actividad a labores de apoyo y mejora de la calidad de vida de la infancia. Al mismo tiempo ingresó en el consejo directivo de la compañía de distribución Wal-Mart, cuyas responsabilidades compaginó con otras actividades empresariales.
En 1975 contrajo matrimonio con Bill Clinton. Su única hija, Chelsea, nació en 1980. Poco tiempo después el matrimonio se trasladó al estado de Arkansas, donde comenzó a fraguarse la carrera política de su esposo. Allí Hillary impartió clases de derecho en la universidad estatal. En 1978 Bill Clinton fue elegido gobernador de Arkansas, y su consorte, convertida en primera dama del estado, fue designada por el entonces presidente de los Estados Unidos, Jimmy Carter, como miembro de la Legal Service Corporation, organismo no lucrativo creado por el Congreso estadounidense para asegurar el acceso de todos los ciudadanos a la asistencia legal.
La brillante carrera de Hillary Clinton no pasó desapercibida para algunos medios, que la incluyeron entre los cien abogados más influyentes del país en los años 1975, 1979, 1988 y 1991. En esta etapa como primera dama de Arkansas combinó sus actividades laborales con el apoyo a distintas organizaciones relacionadas con la infancia: fue presidenta del Comité Educativo de Arkansas, participó en labores asistenciales en el Arkansas Children´s Hospital y cofundó un servicio público de asistencia legal para familias y niños.
En la campaña para las elecciones presidenciales del 3 de noviembre de 1992, que llevarían al candidato demócrata Bill Clinton a la Casa Blanca, Hillary Clinton hubo de jugar un importante papel. Durante esa campaña, Hillary hizo frente a las afirmaciones de la ex-cantante de cabaret Jennifer Flowers, que aseguró haber mantenido relaciones con Bill Clinton durante doce años. Hillary manifestó: "No estoy aquí como la pobre mujercita que viene a salvar a su marido. Estoy aquí porque lo quiero, lo respeto por lo que ha pasado y por lo que hemos pasado juntos... Si eso no es suficiente para la gente, pues que no le voten". Con esta declaración se ganó la simpatía de muchas mujeres americanas. De hecho, uno los reclamos electorales era "Votad al marido de Hillary".
La victoria de su marido y del grupo demócrata la convirtió en la primera dama de Estados Unidos. El 20 de enero de 1993, tras la fiesta por la toma de posesión de Bill Clinton como 42º Presidente de los Estados Unidos, la familia Clinton trasladó su residencia a la Casa Blanca. Hillary representó desde el principio al sector más avanzado de las norteamericanas y rompió con el arquetipo tradicional. Sobre el protagonismo de las mujeres en la vida pública aseguró que había nacido "un nuevo orden mundial en la relación entre los sexos". Mujer de carácter, que no sabe permanecer quieta ni tolera intromisiones en su vida privada, tuvo algunos enfrentamientos con periodistas. Por todo ello fue criticada por quienes defendían un papel más tradicional para la primera dama.
Después de jurar su cargo, el presidente Clinton la eligió para dirigir una comisión especial sobre la reforma de la sanidad, el sector más innovador del programa presidencial durante su primer año en el cargo. En septiembre de 1994, un año después de que la comisión especial hubiera presentado su informe, y después de que varios comités del Congreso propusieran planes alternativos, se anunció que no podía acordarse ninguna propuesta sobre sanidad, y el informe se archivó. Tras este importante revés, Hillary Clinton decidió ocupar un papel sin trascendencia pública.
El 6 de noviembre de 1996 fue reelegido Bill Clinton como presidente de Estados Unidos, frente al republicano Bob Dole. Hillary aprendió a mirar a su marido de una forma embelesada en cada discurso y ofreció una imagen sumisa para acercarse más a lo que en Estados Unidos se entiende por primera dama. Pero entonces estalló el llamado caso Lewinski, un escándalo sexual que puso en riesgo la segunda presidencia de su marido.
Hillary tuvo que enfrentarse a uno de los peores momentos de su vida pública y privada: las acusaciones contra su marido de perjurio y obstrucción a la justicia tras haber ocultado su relación adúltera con una becaria de la Casa Blanca. En una primera comparecencia ante el Congreso, el presidente de los Estados Unidos negó cualquier tipo de relación con la joven becaria, en un intento de salvar su matrimonio y no enturbiar una imagen pública positiva. Finalmente, y ante el Gran Jurado, Bill Clinton reconoció su relación, acorralado por las numerosas pruebas.

Con Barack Obama
Este hecho convirtió a su marido en el segundo presidente de la historia de Estados Unidos que se enfrentaba a un proceso de destitución, del que finalmente salió airoso. A Hillary no le faltaron las señales de apoyo y solidaridad de gran parte de la sociedad e incluso de numerosas mujeres, líderes de opinión, de otros países. Lejos de amedrentarse, la primera dama saltó a la primera línea de defensa de su marido, al que acompañó en todo momento durante la votación del Senado sobre su destitución.
En 2000 fue elegida senadora por el estado de Nueva York, cargo para el cual volvió a ser votada en 2006. Luchadora infatigable y ambiciosa, a inicios de 2007 hizo pública su intención de presentarse a la nominación demócrata a la presidencia de Estados Unidos. Tras unas intensas elecciones primarias en el seno del Partido Demócrata, en junio de 2008 decidió retirar su candidatura a la presidencia, después de que su contrincante, Barack Obama, consiguiera la mayoría de votos necesaria para la nominación. Tras ganar las elecciones de 2008, Barack Obama la eligió para desempeñar el cargo de secretaria de Estado.

John Kennedy

Personaje fascinante y contradictorio, John F. Kennedy es uno de los políticos estadounidenses más recordados de la segunda mitad del siglo XX. Tras convertirse en el primer católico que accedía a la presidencia de Estados Unidos, impulsó una política de reformas destinadas a recuperar para su país la primacía mundial, puesta en duda por los éxitos espaciales soviéticos. Sus proyectos políticos quedaron truncados por su asesinato en 1963, un magnicidio cuyos móviles nunca han quedado del todo esclarecidos y que ha dado lugar a múltiples conjeturas. La prematura muerte del presidente (cuya familia ha estado rodeada de un aura de fatalidad, pues diversos de sus miembros fallecieron en circunstancias trágicas) contribuyó a otorgar a su figura un carácter mítico.

John Kennedy
La historia norteamericana del clan de los Kennedy se remonta a 1848, cuando un irlandés llamado Patrick Kennedy llegó a la prometedora tierra de los Estados Unidos y se estableció como tonelero. Uno de sus nietos, Joseph Patrick Kennedy, se hizo cargo más de medio siglo después del discreto patrimonio reunido por su abuelo y por su padre y construyó con él una de las mayores fortunas de Norteamérica.
Un clan poderoso
Joseph Patrick Kennedy, llamado familiarmente Joe, mostró desde la infancia una gran aptitud para los negocios y un decidido deseo de medrar. Casado con Rose, una emprendedora joven hija de John Fitzgerald, ex alcalde de Boston, comenzó a amasar su patrimonio en esta ciudad, cimentándolo en la administración de viviendas, la especulación en bolsa y la industria cinematográfica. Joe era astuto, frío y en extremo inteligente para los asuntos de dinero; como había ayudado a Theodore Roosevelt durante su campaña presidencial, consiguió durante el período de Ley Seca un permiso especial de importación de licores para "fines terapéuticos"; cuando sus bodegas estaban repletas, la ley fue derogada y Joe pudo despachar todo el licor comprado a bajo precio como si fuera oro. Al desatarse la crisis económica de 1929, fue de los pocos que salió a flote, e incluso pudo conseguir algunas ganancias.
Uno de sus hijos, llamado John Fitzgerald Kennedy como su abuelo materno, había nacido el 29 de mayo de 1917 en Brookline (Massachusetts). El futuro presidente de los Estados Unidos era el segundo hermano de una larga prole compuesta por Joe, Rosemary, Kathleen, Eunice, Pat, Jean, Bobby y Teddy. Con el fin de prepararlos desde la más tierna infancia para convertirse en verdaderos Kennedy, el padre se encargó de fomentar en todos ellos una firme disciplina y un sano espíritu de competencia: "No me importa lo que hagáis en la vida, pero hagáis lo que hagáis, sed los mejores del mundo. Si habéis de picar piedra, sed los mejores picapedreros del mundo."
Para John, pronto estuvo claro que no tenía nada que hacer frente a su hermano Joe, un muchachote musculoso, inteligente, de brillante verbo y gran magnetismo personal; John, por el contrario, era más bien debilucho, tímido e introvertido. Mientras estudiaba en la Canterbury School de Connecticut y luego en la Universidad de Harvard, la sombra de Joe, "el preferido", planeó continuamente sobre la conciencia de John Fitzgerald Kennedy. Al mismo tiempo que su hermano cosechaba triunfos académicos en Gran Bretaña, John contrajo la hepatitis y se vio obligado a interrumpir sus estudios durante largas temporadas. Acabó por reponerse, pero a pesar de sus esfuerzos por destacar, nunca consiguió demasiados éxitos en las aulas. En Harvard sólo obtuvo calificaciones destacables en la etapa final de su carrera y únicamente en economía y ciencias políticas. El deporte conseguía interesarle más que estas disciplinas intelectuales y en ningún momento se sintió atraído por la carrera política, para la cual parecía estar destinado su hermano mayor.
En 1932, cuando Franklin D. Roosevelt se presentó a las elecciones presidenciales, su padre solventó su campaña decidido a probar fortuna en la carrera política. Consiguió ser presidente de la comisión federal de la marina mercante, y más tarde, en 1937, fue nombrado embajador en Gran Bretaña. Aquel descendiente de inmigrantes, ferviente católico y siempre ambicioso, había hecho una enorme fortuna y ahora triunfaba también en el ámbito de la política. Sus dos hijos mayores lo acompañaron a Europa en calidad de ayudantes y John pudo viajar a la URSS, Turquía, Polonia, América del Sur y otras regiones, de cuya situación informó puntualmente al patriarca de la familia.
Fue a raíz de esta gira cuando John empezó a interesarse seriamente por la política. De regreso a los Estados Unidos se volcó en sus estudios y logró que sus calificaciones académicas mejoraran considerablemente. Se interesó por los distintos conflictos que desembocarían en la Segunda Guerra Mundial, y especialmente por la actitud de Gran Bretaña respecto a Europa. De todos esos apuntes surgió el tema de su tesis, Why England slept (Por qué dormía Inglaterra), título tomado de los discursos de Churchill y que le valió una graduación magna cum laude en junio de 1940. Más adelante publicó el libro que resumía esta investigación, y llegó a vender ochenta mil ejemplares.
Comandante en la Segunda Guerra Mundial
La vida optimista de los Kennedy sufrió, a partir de la Segunda Guerra Mundial, un fuerte viraje. La postura aislacionista de Joseph Patrick Kennedy y su falta de colaboración con el gobierno británico le obligaron a abandonar la embajada. Eran bien conocidas sus simpatías por el general Franco, y de regreso a Boston se ganó una merecida fama de antisemita por su animadversión hacia los numerosos judíos europeos refugiados en su tierra.

Un joven Kennedy en uniforme de marina
Al comenzar la Segunda Guerra Mundial, su hermano Joe se alistó en la aviación y John quiso ingresar en la marina, para lo que hubo de vencer los obstáculos médicos derivados de una lesión en la espalda que había sufrido de niño. Tenía veinticinco años cuando recibió el nombramiento de comandante de una lancha torpedera que actuaba en el Pacífico.
Los dos oficiales y diez soldados a sus órdenes compartieron con él numerosos éxitos combatiendo contra los japoneses. Pero el día 2 de agosto de 1943, mientras cumplía una misión para la que se había ofrecido voluntario, un destructor japonés los abordó en medio de la noche y partió la patrullera por la mitad. Varios tripulantes murieron en el choque. Los supervivientes permanecieron a la deriva durante quince horas y John se comportó encomiablemente al arrastrar hasta la costa a uno de sus soldados herido en las piernas. Aunque hay quien ha atribuido el percance a una imprudencia de John, lo cierto es que el joven comandante Kennedy fue considerado un héroe de guerra.
La convalecencia fue larga. Su lesión dorsal se había agravado y John pensó que su maltrecho físico no estaba para demasiados sueños de gloria política. Sin embargo, el destino salió a su encuentro: su hermano Joe murió el 12 de agosto de 1944 en un accidente aéreo, cuando intentaba destruir las bases alemanas de las bombas volantes V-1 y V-2. El patriarca volvió sus ojos hacia él y decidió que ocupase la vacante de Joe en la lucha por conquistar la presidencia de los Estados Unidos.
En 1945, cuando John trabajaba como corresponsal en el «imperio» de William Randolph Hearst y había cubierto ya varias conferencias internacionales, Joseph Patrick Kennedy le expresó su deseo de que ocupase el puesto que Joe y se dedicase a la política. John tuvo que aprender a dominar su timidez y su retraimiento para convertirse en un político profesional. Estrechar las manos de desconocidos, sonreír ante los periodistas y tener siempre en los labios una frase más o menos ingeniosa para ellos comenzó a ser su pan de cada día. Su amplia sonrisa, su aspecto de niño y sus ojos melancólicos pronto encontraron adeptos en el seno del Partido Demócrata y entre los electores, fascinados por su juventud y por su imagen de brillante y honrado universitario. Después de una exhaustiva campaña en la que estuvo siempre apoyado económica y doctrinalmente por su familia, John Kennedy logró convertirse en 1946 en diputado del Partido Demócrata por Boston en la Cámara de Representantes, y mantuvo su escaño en las elecciones de 1948 y 1950.
Una fulgurante carrera política
John F. Kennedy ocupó rápidamente un lugar descollante en la escena política estadounidense. Su acción legislativa, sin embargo, fue discreta. Se caracterizó, primero, por una retroactiva desaprobación al gobierno Roosevelt y por la presentación de varios proyectos de contenido social, rechazados en la mayoría de los casos. Lo más destacable de esta primera etapa de su vida política fue su franco apoyo a todas las ayudas internacionales: el préstamo otorgado a Gran Bretaña, la ayuda a Grecia y Turquía, el Plan Marshall y otras medidas afines. En 1949 sorprendió con un discurso hostil a la política estadounidense llevada a cabo en China, a causa de la cual, afirmó, los Estados Unidos habían perdido la posibilidad de conseguir una China no comunista. El tono crítico a la política oficial y el encarnizamiento anticomunista que mostró se asemejaban al que, a partir de un año más tarde, emplearía el senador por Wisconsin Joseph McCarthy.

Kennedy en la convención demócrata de 1958
En abril de 1952, a sus treinta y cinco años, su padre lo instó a presentarse a senador por el estado de Massachusetts. De nuevo el clan se lanzó a una frenética actividad: se trataba de disputar el puesto a Henry Cabot Lodge, quien lo mantenía desde 1935. Corrieron ríos de tinta y dólares: sus imágenes forraron el estado, y la televisión emitía cada noche «El café en la casa de los Kennedy», donde se mostraba la unión y la fuerza del clan, la paz y la elegancia del hogar. Se celebraron banquetes en Palm Beach y Hyannis Port, sus dos fortalezas de Florida; millones de tarjetas navideñas personalizadas saturaban los correos; y sus obras de beneficencia (en especial, ayudas a centros de deficientes mentales, en uno de los cuales estaba internada su hermana Rosemary) no dejaban de destacar en los periódicos.
A uno de esos banquetes invitó a la reportera de un diario de Washington que había conocido un año antes: Jacqueline Lee Bouvier. Jacqueline no tardó en enamorar al aspirante a senador y a su familia, pues combinaba a la perfección su belleza con sus conocimientos idiomáticos (hablaba varias lenguas), y el encanto de su origen francés con la dote de su padre, célebre financiero neoyorquino. La boda se celebró en Boston el 12 de septiembre de 1953; asistieron mil doscientos invitados, que formaron en cola para saludar a Jack y Jackie. Jacqueline Kennedy se convirtió desde ese día en una de las mejores bazas del futuro presidente.

La boda de John Kennedy y Jacqueline Bouvier
En octubre de 1954, John F. Kennedy se vio obligado a alejarse de la vida política. La antigua dolencia de espalda, por la que ya había sido intervenido, se agravó, y el uso de muletas (ocultas en el coche durante sus campañas) se hizo cada vez más necesario. Tuvo que ser operado para unir sus vértebras descolocadas. Tras la operación, se recluyó en Hyannis Port con cuantiosa documentación histórica de los archivos del Senado y dedicó su tiempo a escribir un nuevo libro, Perfiles de coraje. La obra contenía ocho retratos de personajes políticos estadounidenses del siglo XIX y fue publicada un año después con éxito de crítica y público. En 1957 obtendría por esta obra el Premio Pulitzer. Pero su enfermedad no remitía y, en febrero de 1955, debió someterse a una nueva intervención, tras la cual logró recuperarse. Volvió a la vida pública dispuesto a presentar su candidatura para la vicepresidencia del Partido Demócrata. Sin embargo, fue vencido por Estes Kefauver.
La abrumadora victoria de Eisenhower no amedrentó a los demócratas, que veían en Kennedy el candidato idóneo para las elecciones presidenciales de 1960. Su ausencia de Washington lo benefició en cierto sentido, ya que en diciembre de 1954, cuando el Senado condenó a McCarthy, no se vio obligado a manifestarse ante los censores. Según su posterior colaborador Robert Sorensen, Kennedy no aprobaba la mentalidad maccarthista, pero tampoco se adhería a los liberales. Su hermano Robert había formado parte de la comisión presidida por McCarthy como consejero jurídico, y él mismo la había integrado. A pesar de ello, nadie pareció oír a Eleanor Roosevelt cuando se preguntó de viva voz si los liberales podrían dar su voto a un hombre que ni siquiera había condenado a McCarthy.

Kennedy en campaña electoral
Pero los liberales, e incluso los no liberales, se lo dieron. En 1960 el clan intensificó su actividad, pero el triunfo final fue una conquista personal de Kennedy. En los últimos años había hecho nuevas e influyentes amistades y estaba rodeado de eficaces colaboradores, recuperados en su mayoría de Harvard. Acababa de publicar su tercer libro, La estrategia de la paz, y había tenido tiempo de profundizar en todos los temas de preocupante actualidad de su país susceptibles de reforma.
El núcleo de su campaña electoral cristalizó en torno a la idea de una nueva época que había de iniciar América, la denominada "Nueva Frontera", que evocaba el espíritu pionero de la conquista del Oeste. Con su sola presencia, John F. Kennedy empezó a infundir esperanzas de renovación a un país cansado de una administración anquilosada desde el New Deal de Roosevelt. Pulcro, levemente despeinado, paseó su joven imagen por el mundo, junto a una Jackie en estado y con su hija de tres años, Caroline. Con su lema «Kennedy está en el cambio», arrasó en las elecciones primarias y, aunque por escasísimo margen, el 8 de noviembre logró la victoria sobre Richard Nixon.
En la presidencia
Cuando el 21 de enero de 1961 tomó posesión de su cargo, ya nadie dudaba que Kennedy haría realidad su lema. Una de sus primeras medidas fue recomendar la puesta en libertad del líder negro Martin Luther King, que cumplía una condena a trabajos forzados en Georgia. Más tarde, su actuación en favor de la integración racial fue tildada de vacilante, pero pese al rechazo de que fue objeto su proyecto de ley de derechos civiles en el Congreso (en general todo proyecto suyo encontró en el Congreso una fuerte oposición), sus iniciativas dejaron huella entre los negros, que llegaron a compararlo con el mítico presidente Abraham Lincoln.

Kennedy en una alocución sobre los
derechos civiles (11 de junio de 1963)
En los mil treinta y siete días que gobernó, John F. Kennedy dejó la impronta del cambio. Apenas instalado en el despacho oval, escoltado por Dean Rusk como secretario de Estado y por su hermano Robert F. Kennedy como fiscal general, sus medidas renovadoras se sucedieron. La ayuda federal al sistema educativo, el impulso que dio a la cultura y a las artes y, sobre todo, el relanzamiento de la economía, que condujo a un marcado crecimiento del consumo y de las inversiones privadas (lo que, a su vez, permitió recuperar el retraso aerospacial del país respecto a la Unión Soviética) fueron sólo algunas de sus más célebres innovaciones.
Su programa, de corte liberal, se basó fundamentalmente en la recuperación económica, la mejora de la Administración, la diversificación de los medios de defensa y el establecimiento de una alianza para el desarrollo integral del continente americano. Este último objetivo se plasmó en la formación de un frente común con los países de Centro y Sudamérica, la llamada Alianza para el Progreso, cimentada en los siguientes puntos: 1) apoyo a las democracias contra las dictaduras; 2) concesiones de créditos a largo plazo; 3) estabilización de precios en la exportación; 4) programas de reforma agraria; 5) estímulos a la inversión privada; 6) ayuda técnica e intercambio de información y estudiantes; 7) control de armas, y 8) fortalecimiento de la Organización de Estados Americanos. Para llevar adelante esta política, Kennedy convocó a los dirigentes del hemisferio invitándoles a unirse formalmente a la Alianza.
Todos quedaron deslumbrados por aquel joven cargado de ilusiones y de ideas de regeneración y reforma. Pero uno no acudió a la cita: Fidel Castro, que desde 1959 era jefe del gobierno cubano. Con Eisenhower como presidente, la CIA ya había preparado un plan de invasión de la isla de Cuba, al tiempo que se adiestraban en Guatemala guerrillas anticomunistas. La ineptitud de los gobernantes norteamericanos había cerrado las puertas a la Cuba de Fidel y el Che Guevara, empujándolos a radicalizar su revolución. Los Estados Unidos no habían hecho nada para ayudar a Cuba en su necesidad de progreso económico, y cuando Kennedy llegó al poder era ya demasiado tarde.
El presidente se resistió a aceptar el plan de ataque de la CIA en varias ocasiones, pero acabó cediendo ante las presiones de los militares. En abril de 1961 comenzó la operación, pero la resistencia de las tropas castristas y del pueblo cubano convirtieron el desembarco en la Bahía de Cochinos en un estrepitoso fracaso. Kennedy y su administración sufrieron un duro golpe, y Castro anunció que Cuba se había convertido en una república socialista; la invasión tuvo, pues, un efecto completamente opuesto al deseado.
Respecto a la URSS, Kennedy intentó un cierto acercamiento que se visualizó en junio de 1961 en la entrevista con Nikita Kruschev que tuvo lugar en Viena. Pero la invasión abortada de la Bahía de Cochinos, la erección del muro de Berlín y, sobre todo, el descubrimiento de una base de misiles con carga nuclear en Cuba instalada por los soviéticos interrumpieron las negociaciones.

Kennedy firma la orden de bloqueo naval a Cuba
El temple de Kennedy se puso de manifiesto cuando exigió al dirigente soviético el desmantelamiento de aquellas bases; durante varios meses angustiosos se temió que el conflicto desencadenara una guerra nuclear, pero Kruschev terminó por ceder y la llamada crisis de los misiles acabó constituyendo un éxito indudable para el presidente norteamericano. A pesar de todo, posteriormente se produciría un entendimiento definitivo entre las dos superpotencias, plasmado en 1963 con la firma del Tratado de Moscú sobre el control y disminución de las pruebas nucleares en la atmósfera.
En cuanto a la Alianza para el Progreso, destinada en principio a favorecer el surgimiento y consolidación de regímenes democráticos en el hemisferio americano, no impidió la extensión del militarismo ni el apoyo de los Estados Unidos a los gobiernos dictatoriales que respaldaron las posiciones de Washington. No hay que olvidar que la primera incursión de la CIA en Vietnam se llevó a cabo bajo su mandato. Si sus fines eran indudablemente democráticos, no lo eran tanto los medios de lograrlos. El principal artífice del hombre político había sido alguien tan poco digno de crédito como su padre; a este respecto el ex presidente Truman, dirigiéndose a un temeroso del catolicismo de Kennedy, dijo: «Yo no temo al papa, sino al papá».

Kennedy y Jacqueline momentos antes del asesinato
En 1963, Kennedy comenzó a preparar el terreno para las siguientes elecciones e inició una gira por diversas ciudades del país. El 22 de noviembre de 1963 John Kennedy y su esposa, seguidos del vicepresidente Lyndon B. Johnson, entraron en Dallas. Era parte de su campaña en la zona más reacia del país con vistas a su reelección de 1964. Cuando recorría sus calles en un coche descubierto, unos disparos sonaron por encima de los vítores y segaron su vida. Poco después moría en el hospital, desatando la consternación del mundo entero.
Según el informe Warren, el autor del magnicidio fue Lee Harvey Oswald, que desde lo alto de un edificio disparó con un fusil de repetición con mira telescópica. Sin embargo, subsistieron serias dudas sobre la exactitud de esta versión, y desde entonces han sido señalados como culpables desde la mafia hasta la sociedad racista Ku Klux Klan, pasando por los trust petrolíferos y armamentistas y la propia CIA. El enigma sigue abierto y probablemente nunca llegará a resolverse.

El funeral de Kennedy

Barack Obama

(Honolulu, Hawai, 1961) Abogado y político estadounidense, 44º presidente de los Estados Unidos (2009-2017). Cuando Barack Obama se impuso en las elecciones presidenciales del 4 de noviembre de 2008, hubo unanimidad en afirmar que ningún otro relevo presidencial había generado tanta expectación y esperanza desde los tiempos de John Kennedy. Ya en ese momento, desconociéndose aún la valoración que habría de merecer su mandato, Barack Obama pasó ineludiblemente a los anales de la política estadounidense como el primer presidente de raza negra

Barack Obama
Hijo de Barack Obama Sr., economista de origen keniano, y de Shirley Ana Durham, doctora en Antropología por la Universidad de Hawai, Obama pasó su infancia entre Hawai e Indonesia, país donde conoció las condiciones de pobreza que afectan a millones de personas en el llamado Tercer Mundo. Allí cursó su educación primaria.
De regreso a los Estados Unidos pasó dos años en el Occidental College de Los Ángeles. En 1983 ingresó en la Universidad de Columbia (Nueva York) para estudiar Ciencias Políticas, y se especializó en Relaciones Internacionales. Tras su primera etapa universitaria se trasladó a Chicago, donde trabajó como organizador comunitario de los servicios sociales de un grupo de parroquias católicas.
La carrera política de Obama comenzó a fraguarse en 1990, cuando tomó contacto con Judson Miller, uno de los asesores de Harold Washington, quien en 1983 se convirtió en el primer alcalde negro de Chicago. Con el paso del tiempo, Miller llegaría a convertirse en uno de los pilares de la campaña electoral de Obama.
En esta época el joven abogado consiguió algunos de los apoyos que acabarían siendo decisivos en su futura nominación como candidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos, entre los que destacan tanto importantes empresarios como numerosos miembros de la comunidad afroamericana cristiana de Chicago.
En 1991 ingresó en la Universidad de Harvard (Cambridge, Massachussets) para ampliar sus estudios superiores, y allí fue elegido primer presidente negro de la Harvard Law Review, publicación estudiantil de dicho centro. Tras graduarse con honores regresó a Chicago, donde trabajó durante algún tiempo en una asesoría jurídica especializada en derechos civiles.
Su primer éxito político llegó en 1996. Gracias al padrinazgo del juez Abner Mikua y de Emil Jones, líder demócrata afroamericano en el Senado de Illinois, Obama fue elegido miembro de la cámara estatal por el Partido Demócrata, como representante del distrito de Hyde Park, donde ya era conocido por sus firmes convicciones liberales.
Obama utilizó su nueva posición para preparar su ingreso en el Congreso de los Estados Unidos, en el que aspiraba a sustituir a Bobby Rush, líder de los Panteras Negras de Illinois, mediante la captación de su electorado. La primera tentativa tuvo lugar en 2000 y supuso un fuerte revés en las aspiraciones de Obama, que fue doblado por Rush en número de votos.
Entre 2000 y 2004 Obama se dedicó a afianzar su electorado. En 2004 obtuvo nuevos mentores en Washington, entre los que destacaban figuras señeras del Partido Demócrata, como John Kerry y Ted Kennedy. Gracias al apoyo de éstos y al de su electorado fue elegido representante nacional en la Convención Demócrata de Boston de 2004.
Tras imponerse en el bando demócrata, el joven abogado afroamericano se enfrentó a Jack Ryan, candidato republicano, por la representación del Estado de Illinois. En esta ocasión, su contrincante se vio salpicado por un escándalo sexual y Obama consiguió el puesto de congresista en disputa, convirtiéndose así en el quinto afroamericano que accedía al Congreso de Estados Unidos y en el segundo por el Partido Demócrata.
Durante los tres años previos a su nominación a la candidatura demócrata a la presidencia del país, Obama promovió reformas para el control de la venta de armas y para fomentar la transparencia en el uso de los fondos federales. Su mensaje fue siempre de cambio, tanto en política interior como exterior, en la que defendió un mayor protagonismo de la acción diplomática en detrimento del recurso a la fuerza.
Obama dio el primer gran paso hacia la presidencia de los Estados Unidos en febrero de 2007, cuando presentó su candidatura a las elecciones primarias del Partido Demócrata. La otra gran apuesta de esta formación era la senadora Hillary Clinton, esposa del ex presidente Bill Clinton, que partía con ventaja en los sondeos. La campaña, muy ajustada en todo momento, acabó decidiéndose a favor de Obama, que se impuso con 1.953 delegados frente a los 1.770 de su rival.
El nombramiento oficial como candidato demócrata a la presidencia de los Estados Unidos tuvo lugar el 3 de junio de 2008. El republicano John McCain, a quien Obama consideró siempre como un simple heredero de George Bush, fue su rival en la carrera presidencial. Durante la campaña, McCain trató de distanciarse de su predecesor, pero su discurso resultó errático y poco convincente. El mensaje de renovación y esperanza del candidato demócrata, en cambio, caló entre el electorado; Obama fue ampliando progresivamente su ventaja frente a McCain en la encuestas, y se impuso finalmente en las elecciones del 4 de noviembre con un 64'9 % de los votos.

George W. Bush

(George Walker Bush; New Haven, Connecticut, 1946) Político estadounidense que fue el 43º presidente de los Estados Unidos de América (2001-2008). Aunque nacido en el estado de Connecticut, su familia se asentó en Texas cuando él sólo contaba dos años. Mientras su padre prosperaba en el negocio del petróleo, George Bush hijo disfrutaba de la fortuna y las influencias familiares, y pasaba sin pena ni gloria sus años de estudio en Yale y Harvard, en los que obtuvo la licenciatura en Historia (1968) y un máster en Administración de Empresas (1975), respectivamente.

George Bush
A finales de la década de 1970 George Bush inició sus escarceos en los negocios y la política, con idénticos pobres resultados. En 1977 se casó con Laura Welch, con la que tuvo en 1981 a las gemelas Jenna y Barbara. La biografía de George Bush dio un giro profundo cuando, en 1986, consiguió abandonar el alcohol. Tras el fracaso de su padre en las presidenciales de 1992, tomó el relevo familiar en la política y se presentó para el puesto de gobernador de Texas. Su victoria en los comicios de 1994 le confirió el mando del segundo mayor estado de la Unión, una plataforma ideal para alcanzar la Casa Blanca. Fue reelegido en 1998, y su gestión trascendió las fronteras estatales en torno al tema de la pena de muerte: durante su mandato se ejecutaron ciento veinte reos.
En marzo de 1999, George Bush dio el paso definitivo hacia la presidencia y anunció su candidatura por el Partido Republicano, en cuyas primarias se impuso a John McCain. Durante la campaña, Bush no pudo ocultar sus carencias; se hizo pública su antigua dependencia del alcohol y su desconocimiento de la política internacional, pero supo subsanarlas con un trato cordial y directo que hacía convincente su idea de un "conservadurismo compasivo" en el que la iniciativa privada tomara las riendas del país sin defenestrar la política social.
Las elecciones del 2 de noviembre de 2000 arrojaron un empate virtual: el demócrata Al Gore obtuvo más votos populares, pero Bush más compromisarios. A pesar del recuento manual de votos y las reclamaciones de los demócratas ante los tribunales, el 13 de diciembre el Tribunal Supremo zanjó el asunto en favor de Bush.
La presidencia de George W. Bush
Las primeras decisiones George Bush evidenciaron el comienzo de un etapa diferente, cuando no opuesta, a la de su predecesor, el demócrata Bill Clinton. Destacaron la puesta en marcha de un importante recorte fiscal, que ponía en cuestión la continuidad de las prestaciones sociales; la negativa a suscribir los acuerdos de Kioto sobre medio ambiente y la puesta en marcha de un programa de defensa antimisiles que amenazaba con devolver la diplomacia internacional a los tiempos de la guerra fría.
Apenas iniciado su primer mandato, los atentados del 11 de septiembre de 2001, atribuidos a la organización terrorista Al Qaeda liderada por Osama bin Laden, colocaron a George Bush ante la primera gran crisis internacional del siglo, frente a la que optó por una política militarista cuyo primer objetivo fue Afganistán, ocupado por las tropas norteamericanas antes de finalizar el año.
La doctrina de la legítima defensa dio paso a la de la guerra preventiva y George W. Bush situó a Saddam Hussein en el punto de mira de la potente maquinaria bélica estadounidense. Contando con el único apoyo incondicional de Tony Blair en el Reino Unido y de José María Aznar en España, el presidente estadounidense desplegó su ejército en torno a Irak en espera de una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que legitimara la acción bélica.
A pesar de la presión internacional contra la guerra, liderada por Francia y Alemania, y al margen de la resolución de las Naciones Unidas, el 20 de marzo de 2003 Estados Unidos inició el ataque a Irak, que culminó un mes después con la caída del régimen de Hussein y la instauración de una administración interina bajo el control de Washington.
George W. Bush, incapaz de encontrar en Irak armas de destrucción masiva, cuya posesión había constituido el principal argumento para la guerra, acusó a Siria de ocultar dichas armas y de dar refugio a funcionarios del derrocado régimen iraquí, aunque la falta de apoyo de sus principales valedores en la guerra de Irak (el Reino Unido y España) moderó sus declaraciones.
El 13 de diciembre de 2003 Bush pudo anunciar la tan deseada detención de Saddam Hussein, lo cual sirvió para compensar el desgaste político sufrido frente a la presión de la opinión pública, cada vez más en contra de la violenta posguerra, por los reiterados ataques de la resistencia iraquí contra las tropas de la coalición destinadas en Irak.
La guerra de Irak y la lucha contra el terrorismo fueron los temas que centraron el debate durante la campaña electoral para las presidenciales de noviembre de 2004, en las que George W. Bush, que optaba a la reelección, obtuvo la victoria frente al candidato demócrata John Kerry. La substitucion de Colin Powell por Condoleezza Rice al frente de la secretaría de estado parecía augurar, según los expertos, un giro hacia posiciones todavía más conservadoras en su segundo mandato (2005-2008).
El verano del primer año de la segunda era Bush resultó particularmente amargo para el dirigente republicano. A la creciente impopularidad por el despliegue militar en Irak se sumó la falta de celeridad en la respuesta oficial a la devastación que, a finales de agosto de 2005, originó el huracán Katrina, la catástrofe natural más grave en la historia del país desde el terremoto de San Francisco. Las autoridades de Luisiana, Alabama y Misisipí, los Estados más afectados por la catástrofe, denunciaron la pasividad inicial de Washington y la desorganización en las labores de evacuación de la población atrapada en Nueva Orleans, donde perecieron varios centenares de personas.
Iniciado el otoño, un escándalo sobre desvío de fondos electorales y lavado de dinero salpicó directamente a Tom DeLay, líder republicano en la Cámara de Representantes. Pero el capital político del presidente se redujo todavía algunos enteros más antes de acabar el año. Su debilidad en el partido republicano quedó en evidencia tras la retirada de su candidata, ampliamente rechazada por los ultraconservadores, a la presidencia del Supremo.
Al mismo tiempo, su equipo directo de colaboradores sufría un golpe demoledor por el "caso Plame". El 28 de octubre de 2005 Lewis Libby, jefe de gabinete del vicepresidente Dick Cheney, presentó su dimisión tras conocer la decisión de un gran jurado de Washington de procesarle por perjurio, falso testimonio y obstrucción a la justicia. El fiscal independiente Patrick Fitzgerald había iniciado la investigación dos años antes para averiguar la implicación de altos cargos de la Administración en la filtración del nombre de una agente secreta de la CIA (Valerie Plame), como represalia a las críticas vertidas por su marido, el diplomático Joe Wilson, que denunció la falsedad de algunas de las pruebas que la Casa Blanca utilizó para justificar la guerra contra Sadam Husein. Karl Rove, principal asesor político del presidente Bush, fue otro de los altos funcionarios investigados por el fiscal.
El temor a sufrir un descalabro electoral en las presidenciales animó al equipo de Gobierno a planear algunos reajustes en la Casa Blanca. El 5 de mayo de 2006, el presidente anunció el relevo del director de la CIA, Porter Goss, cuando aún no se habían cumplido dos años desde que accedió al cargo. Aunque Bush no aportó motivos para el relevo, el cese del jefe de los servicios secretos llegaba en pleno debate sobre el escándalo de presuntos vuelos organizados por la Agencia para secuestrar a sospechosos de terrorismo en territorio europeo y trasladarlos a países árabes donde se practicaban torturas.

Los atentados del 11 de septiembre

El 11 de septiembre de 2001 casi tres mil personas murieron víctimas de un ataque terrorista sin precedentes. Las Torres Gemelas del World Trade Center de Nueva York, de más de 400 metros altura, quedaron reducidas a escombros. En Washington, un ala del Pentágono (Ministerio de Defensa de los Estados Unidos) quedó destruida. Cuatro aviones con sus pasajeros a bordo fueron utilizados como bombas volantes contra la primera potencia mundial.
Los terroristas, todos de nombres árabes, pertenecientes a la red que Osama bin Laden había tejido en todo el mundo, cometieron en la mañana de ese fatídico día el mayor acto terrorista que se ha producido en el mundo y de un modo que nadie hubiera pensado que podría ocurrir. Separados en cuatro grupos, al menos diecinueve terroristas secuestraron cuatro aviones. Los diversos grupos de autores embarcaron cada uno en ciudades de la costa Este de Estados Unidos (dos en Boston, uno en Newark y uno en Washington) en vuelos hacia Los Ángeles o San Francisco. Poco después del despegue, los piratas del aire neutralizaron a los miembros de la tripulación y se instalaron al mando de los aparatos desviados.

Itinerario de los aviones del 11-S
El primer avión, procedente de Boston, fue proyectado como una bomba contra la torre norte del World Trade Center de Nueva York; un segundo avión impactó de la misma manera contra la torre sur apenas veinte minutos después. La posición y el choque de los aviones fue de una extrema precisión: en los dos casos se estrellaron contra los rascacielos a dos tercios de su altura. Los grandes aparatos, repletos de queroseno para un viaje de larga distancia, explotaron a consecuencia del violento impacto. En el interior de las dos torres, los incendios hicieron subir la temperatura a más de 900º.
La parte de los edificios situada por encima del choque se hundió sobre la inferior, que no pudo soportar la presión, provocando el hundimiento casi simultáneo de los dos rascacielos. En el momento de la catástrofe se encontraban trabajando en las oficinas de las Torres Gemelas cerca de veinte mil personas. Quienes se encontraban arriba no tuvieron ninguna posibilidad de escapar; docenas de personas prefirieron morir arrojándose por las ventanas antes que perecer carbonizadas en las torres. Las que se hallaban en los pisos inferiores intentaron huir por las escaleras. Millares de personas lograron ponerse a salvo, pero más de dos mil perecieron atrapadas en los escombros.

El segundo impacto sobre las torres
Cuarenta minutos después de la doble masacre de Nueva York se supo de otra catástrofe: un tercer avión que había despegado de Washington cayó sobre un ala del Pentágono. También este aparato estaba lleno de combustible, y reprodujo el mismo escenario de muerte y destrucción; el balance de víctimas ascendió a 184 muertos. El cuarto avión secuestrado, esta vez desde Newark, tenía que abatirse contra la residencia de verano del presidente norteamericano en Camp David. El avión no llegó al blanco y se estrelló en los alrededores de Pittsburgh.
Cerca de 226 pasajeros estaban a bordo de los cuatro aviones desviados. Algunos de ellos pudieron conversar con sus parientes por teléfono móvil antes del impacto fatal. "Hemos sido secuestrados y no hay ninguna forma de salir. ¡Te quiero mucho!..." Estas son las últimas palabras de un pasajero a su esposa. En el aparato estrellado en los alrededores de Pittsburgh algunos pasajeros intentaron reducir a los terroristas. Gracias a ellos fracasó el ataque contra la residencia presidencial de Camp David.
El presidente George W. Bush se encontraba en ese momento en Florida, visitando una escuela. Consternado, calificó las acciones como una "guerra contra Estados Unidos" y pidió a sus conciudadanos "solidaridad", asegurándoles la victoria de América en este conflicto del "mal contra el bien". Reafirmó además que los responsables serían encontrados y castigados.

Manhattan tras los atentados
Los primeros indicios no tardaron en responsabilizar a la red terrorista creada por Osama Bin Laden. Primero un coche de alquiler encontrado en Boston, en el que se halló un manual de pilotaje de un Boeing 767 en lengua árabe. Luego, informaciones de pasajeros con nombres árabes a bordo de cada uno de los cuatro aviones y con billetes sólo de ida. La mayoría de los miembros de estos grupos terroristas tenían carnés de pilotos conseguidos en Estados Unidos. Antes de los atentados, tres de ellos habían pasado largas estancias en Alemania, donde habían estudiado cuestiones relacionadas con la aeronáutica (en Hamburgo) con gran discreción.
En las casas de algunos de ellos, los investigadores encontraron indicios de relaciones con Osama Bin Laden, acusado de haber ordenado el primer ataque contra el World Trade Center en 1993 y los sangrientos atentados contra las embajadas norteamericanas de Nairobi y Dar es Salam en 1998. Rápidamente, los Estados Unidos situaron en el punto de mira a Afganistán, donde el régimen talibán había concedido su hospitalidad a Osama Bin Laden, y a Pakistán, sin olvidar a un viejo enemigo: Irak, máxime cuando el régimen de Bagdad había justificado los atentados del 11 de septiembre como una consecuencia de la violencia ejercida por los Estados Unidos en Oriente Próximo.
El 16 de septiembre Estados Unidos exigió oficialmente a los talibanes la entrega de Osama Bin Laden y solicitó a Pakistán el cierre de sus fronteras con el país vecino. A finales del mes de septiembre, los Estados Unidos disponían de tres portaaviones estacionados en el Golfo arabo-pérsico. Por otra parte, Uzbekistán abrió sus bases aéreas a los aviones de transporte de las tropas norteamericanas y Tayikistán indicó que también ofrecía su cooperación con Estados Unidos. El 30 de septiembre, el presidente Bush anunció una inminente acción militar contra los talibanes en Afganistán, sin que ningún otro país debiera sentirse amenazado, hasta nueva orden, por las fuerzas norteamericanas. Era el inicio de la guerra del Afganistán. A ella seguiría la invasión de Irak en 2003, por su supuesta colaboración con el terrorismo y posesión de armas de destrucción masiva. El 11-S fue, en definitiva, una fecha histórica cuyas consecuencias, todavía difíciles de evaluar, han marcado los comienzos del tercer milenio.