Robert Schuman es considerado uno de los fundadores de la Unión Europea y es que, tal día como el 9 de mayo de 1950, el entonces ministro de Asuntos Exteriores de Francia, presentó su propuesta sobre la creación de una Europa organizada, indispensable para el mantenimiento de las relaciones pacíficas, al revelar en una conferencia de prensa en Quai d'Orsay su plan para agrupar el carbón francés y alemán e industrias siderúrgicas bajo una Alta Autoridad común.
El Plan Schuman condujo posteriormente a la creación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA). La idea surgió originalmente de Jean Monnet y reflejaba un enfoque funcionalista, según el cual la CECA se consideraba solo como una primera etapa de una integración europea completa ("Europa no se hará de una vez").
Bélgica, Francia, Luxemburgo, Italia, los Países Bajos y Alemania suscribieron la declaración de Schuman el 3 de junio de 1950. Precisamente en conmemoración de la Declaración de Schuman, el 9 de mayo se celebra actualmente como el "Día de Europa". De la misma forma, uno de los edificios del Parlamento Europeo de Luxemburgo lleva su nombre.
Solo cinco años después de la rendición final en Berlín del poder nazi, en un continente que aún las profundas heridas de la guerra, fueron lo suficientemente valientes y visionarios como para pasar página de siglos de confrontación militar y sentar las bases para una nueva Europa de paz y cooperación.
El Parlamento Europeo, entonces un pálido órgano consultivo, se ha convertido en una asamblea elegida directamente por los ciudadanos europeos y que colegisla en la mayoría de los asuntos con el Consejo que representa a los Estados miembros.
La siguiente es una cita de Robert Schuman, poco antes de su muerte el 4 de septiembre de 1963: “Al ser un hombre en la frontera, las duras lecciones de la historia me han enseñado a no confiar en improvisaciones apresuradas o proyectos demasiado ambiciosos. Pero al mismo tiempo, nos han enseñado que cuando un objetivo ha sido debidamente reflejado y basado en la realidad de los hechos y los intereses superiores de los hombres, es capaz de conducir a nuevas iniciativas, tal vez incluso revolucionarias. Pero este objetivo conlleva, incluso cuando rompe el orden establecido, antagonismos seculares y viejas rutinas, para hacernos permanecer firmes y perseverantes”.