El 16 de marzo de 1927 nació en Moscú el ingeniero y cosmonauta Vladimir Mikhailovich Komarov. De padre jornalero, fue de los primeros miembros de su familia que pudo asistir a la escuela pero el estallido de la Segunda Guerra Mundial le hizo dejar las aulas y unirse al ejército para aprender a ser piloto de combate, aunque nunca tuvo la oportunidad de poner su habilidad a prueba.
Años más tarde, este moscovita fue uno de esos astronautas que vivió de pleno la carrera espacial en la que se vieron inmersos EE.UU y la Unión Soviética en los años 60 por ver qué país lograba la tecnología y los conocimientos de ingeniería necesarios para conquistar el espacio, la última frontera inexplorada. Komarov perteneció a una élite de afortunados que, por sus proezas, fueron considerados héroes nacionales. Viajó al espacio dos veces. La primera fue en octubre de 1964 como comandante de la Vosjod 1, la primera misión espacial con una tripulación múltiple.
Su segundo y último viaje al espacio fue a bordo de la Soyuz 1, una misión controvertida desde sus inicios pues la URSS, temiendo que los estadounidenses se adelantaran, decidió acelerar la operación aún a sabiendas de que la nave tenía graves fallos de seguridad. Su tripulante iba a ser el primero en flotar en el espacio pero, en su lugar, Komarov pasó a la historia por el triste hecho de ser el primer ser humano muerto en una misión espacial tras intentar regresar a la Tierra. Los problemas que el vuelo sufrió cuando estaba en órbita y el fallo del paracaídas precipitaron a Komarov hacia una muerte segura.
Dicen que Komarov era muy consciente de los problemas de la Soyuz 1 y que, de hecho, se habría ofrecido a tripularla para proteger a Yuri Gagarin, considerado un héroe nacional por haber sido el primer hombre en viajar al espacio, quien habría ido si él se negaba. La prensa soviética contó una historia muy distinta a lo que realmente ocurrió (obviando todos los fallos técnicos que se conocían) y el gobierno de la URSS convirtió al hombre cuya imprudencia había acabado con su vida en un mártir.
En la actualidad, la figura de Komarov ha quedado bastante olvidada en la sociedad rusa mientras que la de Yuri Gagarin y otros cosmonautas es admirada y cuenta con homenajes y monumentos por todo el país.