El 28 de mayo de 1961 el abogado londinense Peter Beneson dio el primer paso para, probablemente sin saberlo, el nacimiento de una nueva forma de activismo social y la creación de una de las organizaciones internacionales más importantes y conocidas del mundo, Amnistía Internacional.
Aquel día, indignado por la noticia de que seis jóvenes portugueses habían sido encarcelados por el simple hecho de brindar por la libertad de su país (Portugal se encontraba bajo el régimen dictatorial de António de Oliveira Salazar), Beneson publicó un artículo en el diario The Observer titulado The Forgotten Prisoners (Los presos olvidados) en el que hacía un “llamamiento a la amnistía” y animaba a las gentes de todo el mundo a luchar de forma activa contra el encierro a los llamados presos de conciencia y las injusticias en general. El texto arrancaba con unas citas de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (ONU, 1945) que contraponía con la realidad que países como España o Hungría estaban viviendo. Beneson animaba a todos aquellos que condenaran las penas de muerte, la prisión por motivos ideológicos o religiosos, las torturas y las carencias de imparcialidad en los procesos judiciales diciendo que “si estas muestras de repulsa en todo el mundo pudieran ser aglutinadas en una acción común, se podría lograr algo realmente efectivo”. La respuesta, tanto dentro de las fronteras británicas como a nivel internacional, no se hizo esperar.
Amnistía Internacional se erigió como una ONG internacional que no dependía del dinero de estado o instituciones y que funcionaba con sedes y acciones coordinadas en los distintos países en los que estuviera presente. Sus objetivos siguen siendo los mismos que defendió Benenson en su publicación: la defensa y liberación de todos aquellos presos encarcelados por motivos políticos, religiosos o de conciencia; la supervisión de los procesos judiciales para asegurar las garantías mínimas de justicia, la condena de la pena de muerte y del uso de la tortura y la crítica contra los gobiernos y organizaciones que violen los principios establecidos en la Declaración Universal de DDHH.
Desde su aparición, Amnistía Internacional ha ejercido como observador en el juicio de Nelson Mandela, ha hecho que la pena de muerte sea una práctica en desuso, ha conseguido que las Naciones Unidas promovieran diversas declaraciones condenando la tortura u otras prácticas de carácter inhumano, ha denunciado los encarcelamientos injustos y desapariciones sumarias de todo el mundo (China, Irán, Grecia, Argentina, Chile, etc.), apostó por la creación de la Corte Penal Internacional e incluso ha denunciado a la OTAN por crímenes de guerra tras los bombardeos de Yugoslavia en 1999.
Mientras que personajes como el ayatolá Jomeini, Sadam Husein, Margaret Thatcher o Augusto Pinochet han criticado a la organización, la realidad es que Amnistía Internacional goza de un respeto generalizado a nivel internacional y no son pocas las figuras y organizaciones que han reconocido su labor. En 1977 se le concedió el Premio Nobel de la Paz y al año siguiente fue galardonada con el Premio de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.