El 9 de agosto de 1974 ocurrió un hecho inédito en la política estadounidense y tan chocante que todavía hoy sigue estudiándose. Richard Nixon abandonaba el cargo de presidente y la Casa Blanca.
En junio de 1972, la detención de cinco sujetos que había entrado en las oficinas del Partido Demócrata de Washington sumergió a los periodistas Bob Woodward y Carl Bernstein en uno de los mayores escándalos de la historia estadounidense. Sus investigaciones sacaron a la luz un caso de sabotaje y espionaje político que el Partido Republicano llevaba realizando desde hacía años para evitar que los demócratas ganaran las elecciones. Según un informante anónimo conocido como “Garganta Profunda” (que resultó ser el director adjunto del FBI William Mark Felt) informó de que las escuchas ilegales, vertido de información falsa y otras muchas prácticas fraudulentas eran encargados por asesores presidenciales y altos cargos del Partido Republicano y la trama cada vez subía más, hasta llegar al mismísimo Despacho Oval. Felt llevaba tiempo enfrentado con Nixon y decidió dar el paso definitivo cuando, tras la muerte de John Edgar Hoover, el presidente dio el cargo de director del FBI a otro.
El Senado formó una comisión de investigación y un gran jurado para poder llevar ante la justicia a los responsables. El propio Nixon tuvo que declarar ante la comisión y, a pesar de los enormes esfuerzos que se hicieron por intentar ocultar la verdad, el Senado concluyó que el presidente era consciente de las prácticas ilegales que se realizaban y que había mentido ante un jurado de los Estados Unidos. Con la soga cada vez más tensa en torno a su cuello, Nixon abandonó la presidencia del país el 9 de agosto de 1974, siendo sustituido por el hasta entonces vicepresidente Gerald Ford (cuya primera medida fue indultar a Nixon).