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martes, 14 de abril de 2020

Los atentados del 11 de septiembre

El 11 de septiembre de 2001 casi tres mil personas murieron víctimas de un ataque terrorista sin precedentes. Las Torres Gemelas del World Trade Center de Nueva York, de más de 400 metros altura, quedaron reducidas a escombros. En Washington, un ala del Pentágono (Ministerio de Defensa de los Estados Unidos) quedó destruida. Cuatro aviones con sus pasajeros a bordo fueron utilizados como bombas volantes contra la primera potencia mundial.
Los terroristas, todos de nombres árabes, pertenecientes a la red que Osama bin Laden había tejido en todo el mundo, cometieron en la mañana de ese fatídico día el mayor acto terrorista que se ha producido en el mundo y de un modo que nadie hubiera pensado que podría ocurrir. Separados en cuatro grupos, al menos diecinueve terroristas secuestraron cuatro aviones. Los diversos grupos de autores embarcaron cada uno en ciudades de la costa Este de Estados Unidos (dos en Boston, uno en Newark y uno en Washington) en vuelos hacia Los Ángeles o San Francisco. Poco después del despegue, los piratas del aire neutralizaron a los miembros de la tripulación y se instalaron al mando de los aparatos desviados.

Itinerario de los aviones del 11-S
El primer avión, procedente de Boston, fue proyectado como una bomba contra la torre norte del World Trade Center de Nueva York; un segundo avión impactó de la misma manera contra la torre sur apenas veinte minutos después. La posición y el choque de los aviones fue de una extrema precisión: en los dos casos se estrellaron contra los rascacielos a dos tercios de su altura. Los grandes aparatos, repletos de queroseno para un viaje de larga distancia, explotaron a consecuencia del violento impacto. En el interior de las dos torres, los incendios hicieron subir la temperatura a más de 900º.
La parte de los edificios situada por encima del choque se hundió sobre la inferior, que no pudo soportar la presión, provocando el hundimiento casi simultáneo de los dos rascacielos. En el momento de la catástrofe se encontraban trabajando en las oficinas de las Torres Gemelas cerca de veinte mil personas. Quienes se encontraban arriba no tuvieron ninguna posibilidad de escapar; docenas de personas prefirieron morir arrojándose por las ventanas antes que perecer carbonizadas en las torres. Las que se hallaban en los pisos inferiores intentaron huir por las escaleras. Millares de personas lograron ponerse a salvo, pero más de dos mil perecieron atrapadas en los escombros.

El segundo impacto sobre las torres
Cuarenta minutos después de la doble masacre de Nueva York se supo de otra catástrofe: un tercer avión que había despegado de Washington cayó sobre un ala del Pentágono. También este aparato estaba lleno de combustible, y reprodujo el mismo escenario de muerte y destrucción; el balance de víctimas ascendió a 184 muertos. El cuarto avión secuestrado, esta vez desde Newark, tenía que abatirse contra la residencia de verano del presidente norteamericano en Camp David. El avión no llegó al blanco y se estrelló en los alrededores de Pittsburgh.
Cerca de 226 pasajeros estaban a bordo de los cuatro aviones desviados. Algunos de ellos pudieron conversar con sus parientes por teléfono móvil antes del impacto fatal. "Hemos sido secuestrados y no hay ninguna forma de salir. ¡Te quiero mucho!..." Estas son las últimas palabras de un pasajero a su esposa. En el aparato estrellado en los alrededores de Pittsburgh algunos pasajeros intentaron reducir a los terroristas. Gracias a ellos fracasó el ataque contra la residencia presidencial de Camp David.
El presidente George W. Bush se encontraba en ese momento en Florida, visitando una escuela. Consternado, calificó las acciones como una "guerra contra Estados Unidos" y pidió a sus conciudadanos "solidaridad", asegurándoles la victoria de América en este conflicto del "mal contra el bien". Reafirmó además que los responsables serían encontrados y castigados.

Manhattan tras los atentados
Los primeros indicios no tardaron en responsabilizar a la red terrorista creada por Osama Bin Laden. Primero un coche de alquiler encontrado en Boston, en el que se halló un manual de pilotaje de un Boeing 767 en lengua árabe. Luego, informaciones de pasajeros con nombres árabes a bordo de cada uno de los cuatro aviones y con billetes sólo de ida. La mayoría de los miembros de estos grupos terroristas tenían carnés de pilotos conseguidos en Estados Unidos. Antes de los atentados, tres de ellos habían pasado largas estancias en Alemania, donde habían estudiado cuestiones relacionadas con la aeronáutica (en Hamburgo) con gran discreción.
En las casas de algunos de ellos, los investigadores encontraron indicios de relaciones con Osama Bin Laden, acusado de haber ordenado el primer ataque contra el World Trade Center en 1993 y los sangrientos atentados contra las embajadas norteamericanas de Nairobi y Dar es Salam en 1998. Rápidamente, los Estados Unidos situaron en el punto de mira a Afganistán, donde el régimen talibán había concedido su hospitalidad a Osama Bin Laden, y a Pakistán, sin olvidar a un viejo enemigo: Irak, máxime cuando el régimen de Bagdad había justificado los atentados del 11 de septiembre como una consecuencia de la violencia ejercida por los Estados Unidos en Oriente Próximo.
El 16 de septiembre Estados Unidos exigió oficialmente a los talibanes la entrega de Osama Bin Laden y solicitó a Pakistán el cierre de sus fronteras con el país vecino. A finales del mes de septiembre, los Estados Unidos disponían de tres portaaviones estacionados en el Golfo arabo-pérsico. Por otra parte, Uzbekistán abrió sus bases aéreas a los aviones de transporte de las tropas norteamericanas y Tayikistán indicó que también ofrecía su cooperación con Estados Unidos. El 30 de septiembre, el presidente Bush anunció una inminente acción militar contra los talibanes en Afganistán, sin que ningún otro país debiera sentirse amenazado, hasta nueva orden, por las fuerzas norteamericanas. Era el inicio de la guerra del Afganistán. A ella seguiría la invasión de Irak en 2003, por su supuesta colaboración con el terrorismo y posesión de armas de destrucción masiva. El 11-S fue, en definitiva, una fecha histórica cuyas consecuencias, todavía difíciles de evaluar, han marcado los comienzos del tercer milenio.

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