El 2 de julio de 1502 un huracán previsto por el Almirante Cristóbal Colón acaba con la que es la actual República Dominicana.
El 30 de junio de 1502, durante su cuarto viaje al Nuevo Mundo, el Almirante Cristóbal Colón y su flota buscaron refugio contra un huracán.
Durante sus viajes anteriores al Caribe, Colón tuvo conocimiento de las terribles tormentas que frecuentaban la zona. En su segundo viaje, en 1494, tuvo un encuentro con una tormenta al sur de Cuba, algo que le enseñó a estar más atento a las señales del cielo.
El 29 de junio de 1502, la flota de cuatro barcos de Colón llegó a la colonia de Santo Domingo para llevar a cabo servicios de comercio. Percibió señales de huracán, por lo que pidió permiso para anclar en el puerto. Sin embargo, el gobernador de la colonia, Don Nicolás de Ovando y Cáceres, se lo prohibió y tampoco se creyó la historia de la tormenta que se avecinaba. Colón advirtió al gobernador que no soltara la flota de 30 barcos que tenía previsto lanzar hacia tierras españolas con tesoros y esclavos hasta después de que hubiera pasado la tormenta. Al denegarse el atraque en el puerto, encaminó sus barcos hacia el lado occidental de la isla para buscar refugio de la furia inminente.
Y llegó. El huracán apareció el 2 de julio.
En el apogeo de la tormenta, tres de los barcos de Colón rompieron sus líneas de anclaje pero, finalmente, sobrevivieron a la tormenta y pudieron reunirse con el resto.
Sin embargo... como Don de Ovando había hecho oídos sordos a la advertencia de Colón, la flota de 30 barcos quedó atrapada por la tormenta en el mar, hundiéndose 25 de los 30 navíos con destino a la Península, llenos de riquezas, pues habían zarpado dos días antes de la ciudad de Santo Domingo y en los que viajaban de vuelta a Castilla el exgobernador Francisco de Bobadilla y el alcalde mayor de La Isabela, Francisco Roldán, que perecieron en este naufragio. De toda la flota, solo un barco sobrevivió y consiguió llegar a España, el Aguja, que transportaba la parte del tesoro de Colón; el resto hundidos o tremendamente dañados. Más de 500 marineros españoles y un número desconocido de esclavos se ahogaron en la tormenta.
El huracán destruyó por completo la ciudad de Santo Domingo (actual República Dominicana), la primera ciudad que los españoles habían levantado en América. Las cabañas de madera y ramas y las pocas construcciones de piedra que se habían construido quedaron arrasadas.
El nuevo gobernador hizo reconstruir la ciudad en una localización diferente, al otro lado del río Ozama. El diseño original de la ciudad y gran parte del muro defensivo aún son visibles en toda la Zona Colonial, que fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
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