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domingo, 26 de julio de 2020

Custer y el Séptimo de Caballería son derrotados en Little Bighorn

efeméride


La batalla de Little Bighorn terminó siendo una masacre para los estadounidenses, que atacaron aun cuando estaban en clara inferioridad.  

El 25 de junio de 1876 el teniente coronel George Amstrong Custer y sus tropas, el 7º Regimiento de Caballería, lanzaron un ataque contra las fuerzas de nativos americanos lideradas por Caballo Loco en una explanada cerca del río Little Bighorn. La batalla terminó con una estrepitosa derrota para los estadounidenses y la aniquilación del mítico Séptimo de Caballería

El origen de este enfrentamiento lo encontramos en los momentos posteriores a la Guerra de Secesión estadounidense. Como parte de un plan nacional para reconstruir el país y reconciliar a ambas partes (unionistas y confederados) el gobierno estadounidense promovió la conquista y colonización de los nuevos territorios que habían adquirido en el oeste, por ejemplo California. El problema con el que se encontró Andrew Johnsonpresidente por aquel entonces, fue que para lograr su plan había que mejorar las comunicaciones entre la costa este y la costa oeste y esto pasaba por una mayor red de ferrocarriles. Años antes, tras las guerras indias, el gobierno estadounidense había concedido a las tribus nativoamericanas un amplio territorio en el centro del país en el que, según los tratados firmados, podrían vivir en paz y según sus costumbres sin que se les molestara. Pero las circunstancias habían cambiado y Washington quería construir sus vías ahí, así que primero animó a colonos a que ocuparan ese territorio y, cuando la cosa acabó en sangre, mandó al ejército. 

Llegamos así al año en cuestión, 1876. El líder nativo Caballo Loco había conseguido difundir la idea de una causa común y reunir a un gran ejército conformado por guerreros de las tribus lakota, cheyennes, arapajó y sioux. El gobierno estadounidense envió a sus fuerzas para combatirlos y los primeros en llegar fueron los del 7º Regimiento de Caballería comandado por George Amstrong Custer, un oficial inepto conocido por el sadismo y la crueldad con la que trataba a los nativos (intentaba que nunca hubiera supervivientes en sus asaltos a aldeas y asentamientos) y con más ganas de alcanzar la gloria personal que de cuidar a sus soldados.  

Custer se le habían dado órdenes de localizar el campamento de Caballo Loco y esperar refuerzos del general de brigada Alfred Terry para realizar una ofensiva potente que acabara con el enemigo. Sin embargo, el teniente coronel creyó que en aquel lugar no podría haber más de 900 indios que serían fácilmente derrotados ante un ataque sorpresa por lo que, temiendo que fueran a levantar el campamento, decidió avanzar. El primer error de Custer fue no aceptar los refuerzos ni la ametralladora gatling que se le ofrecían y el segundo fue, al atacar, dividir a sus tropas en tres grupos.  

El mayor Reno golpeó por el sureste pero fue repelido por los nativos y durante el contraataque tuvo que retirarse, reagrupándose con las fuerzas del capitán Benteen al norte. Caballo Loco llevó a sus tropas hasta esta posición y hostigó a los estadounidenses hasta que Custer decidió lanzar un ataque frontal contra el campamento desde el noroeste. Caballo Loco mantuvo a parte de sus fuerzas conteniendo a Benteen y Reno y dirigió a las demás contra Custer, recibiendo ayuda de Toro Sentado. Resulta que donde Custer había contado a menos de 900 personas había entre 1200 y más de 2000, unas fuerzas que superaban a las suyas en una proporción de diez a uno tras dividir las columnas. Las bajas de Caballo Loco supusieron apenas un 10% del total de sus tropas mientras que los estadounidenses perdieron a la mitad de sus soldados. Todos los oficiales que participaron en la batalla acabaron muertos y los nativos se ensañaron con los supervivientes, persiguiendo y liquidando a todo aquel cayera en sus manos. La columna de Cabellos Largos, como los nativos llamaban a Custer, fue aniquilada (268 almas) y se dice que solo sobrevivió un caballo llamado Comanche. 

Curiosamente, en ese afán que tiene el país de las oportunidades por justificar todo lo que hacen, los estadounidenses convirtieron esta trágica masacre provocada por el ego y la estupidez de un hombre en una hazaña heroica de su glorioso ejército y a Custer en una especie de mártir que luchó hasta el último aliento. Películas como Murieron con las botas puestas (1941), protagonizada por Errol Flynn demuestran la visión edulcorada y completamente alejada de la realidad que los Estados Unidos quiso convertir en canon. 

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