El 6 de agosto de 1945 el mundo vio por primera vez el potencial destructivo y aniquilador que era capaz de alcanzar el hombre. Ese día, Estados Unidos lanzó la primera bomba atómica de la historia sobre la población japonesa de Hiroshima.
Aun cuando Hitler y Mussolini habían muerto y las restantes fuerzas alemanas se habían rendido en mayo de 1945, el Japón del emperador Hirohito se negaba a seguir su ejemplo y planteaba continuar una lucha encarnizada en el Pacífico hasta que no hubiera nadie más para combatir, elevando todavía más el ya monstruoso coste de vidas humanas de la Segunda Guerra Mundial. Japón era la única fuerza del Eje que seguía en pie y estaba planeado que estadounidenses, británicos y soviéticos unieran sus fuerzas contra las islas para poner fin al conflicto lo antes posible, pero el presidente Harry S. Truman encontró un atajo : usar el fruto del Proyecto Manhattan, la bomba atómica, como demostración de fuerza y para causar tal shock a los fanáticos japoneses que no tuvieran más remedio que rendirse.
El 6 de agoto, el avión Enola Gray sobrevoló la ciudad de Hiroshima (con una proporción de 6 civiles por cada militar) y arrojó la bomba de uranio Little Boy sobre ella, desplegando una ola de muerte y destrucción sin precedentes. El artefacto se activó al alcanzar una altura de 590 metros, provocando una reacción atómica en la que se liberaron los 13 kilotones (equivalente a 13 000 kilogramos de TNT) de potencia y se alcanzó una temperatura de un millón de grados centígrados en un área de 256 metros de diámetro. La explosión en Hiroshima provocó la muerte de entre 100 000 y 160 000 personas, de las cuales el 30% murieron en el acto calcinados. En esta cifra se cuentan también las que murieron por las heridas, secuelas o a causa de la radiación. La ciudad, por supuesto, quedó totalmente destruida.
Aun con todo el despliegue letal del que había hecho gala su bomba, las cosas no salieron como esperaba Truman. El gobierno japonés no terminaba de creerse que los relatos que le llegaban sobre una bomba atómica fueran verdad y se negaba a rendirse ante los estadounidenses. La cabezonería de Hirohito y los suyos terminó por irritar a Truman, que decidió lanzar un segundo ataque, tres días después, sobre la ciudad de Nagasaki.
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