Situado a las afueras de Dachau, una ciudad a unos 16 km al norte de Múnich, este campo de concentración recibió en sus inicios solo a presos políticos para más tarde albergar también a gitanos, homosexuales, testigos de Jehová y judíos. Estos últimos fueron llevados a Dachau tras la Noche de los cristales rotos, acaecida en la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938 y en la que 30 000 judíos alemanes fueron arrestados y llevados a campos de concentración por el simple hecho de ser judíos.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Dachau fue sustancialmente ampliado añadiéndose al campo principal unas 150 sucursales diseminadas por el sur de Alemania y Austria, que se agruparon bajo el mismo nombre. Se estima que 160 000 prisioneros pasaron por la sede principal de Dachau y 90 000 por las secundarias. Según los registros, que están incompletos, se cree que al menos 32 000 prisioneros de Dachau murieron allí por enfermedad, desnutrición, opresión física y ejecución y muchos más fueron llevados a campos de concentración que se encontraban en la Polonia ocupada por los alemanes. La instalación contó con una cámara de gas en 1942 pero nunca se utilizó.
El campo de concentración de Dachau es tristemente célebre por los experimentos que se llevaron a cabo allí con los prisioneros. Se probaron los efectos en el cuerpo de los aumentos y disminuciones repentinos de la presión atmosférica, de la congelación, de beber agua de mar, se les infectó con malaria para tratarlos con fármacos de acción desconocida, se les privó de agua y alimento para ver cómo reaccionaba su organismo… Tales experimentos, que se llevaron a cabo durante la Segunda Guerra Mundial, así como sus duras condiciones de vida acrecentaron la fama de Dachau. Cuando acabó la contienda, muchos de los médicos y científicos que experimentaron con prisioneros en Dachau y otros campos de concentración fueron juzgados en Núremberg en los conocidos Juicios de Núremberg.
Dachau fue liberado por los americanos el 29 de abril de 1945. Entre los horrores que se encontraron allí destacan los vagones de tren llenos de judíos que habían muerto en el camino al campo y cuyos cadáveres habían dejado allí mientras se descomponían.
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