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lunes, 20 de abril de 2020

Recaredo I

(?-Toledo, actual España, 601) Rey de los visigodos (586-601). Subió al trono a la muerte de Leovigildo, en el 586, y rápidamente maniobró para adoptar el catolicismo como religión, lo que le reportó una fuerte oposición de los sectores más tradicionalistas de la sociedad visigótica, que veían en el arrianismo una seña de identidad cultural. Pese a haber sido oficialmente condenada y erradicada del Imperio romano desde el Concilio de Constantinopla (381), la doctrina de Arrio, que negaba la divinidad de Jesucristo, gozaba aún de gran predicamento entre los invasores germánicos.

Recaredo I (retrato imaginario de Dióscoro Puebla)
Recaredo esperaba poder utilizar su conversión al catolicismo para reforzar el poder real y al mismo tiempo impedir que el reino franco de la Galia pudiese atacarle aprovechando la dualidad de religiones que dividía a la población de la aristocracia germánica gobernante. Convocó un sínodo en el cual hizo abjurar del arrianismo a los obispos visigodos, a lo que siguió la conversión del resto de los arrianos. Esto no se llevó a cabo sin tensiones: los obispos Sunna, de Mérida, Athaloco, de la Septimania, y Uldila, de Toledo, junto con Goswintha, la madrastra de Recaredo, iniciaron una revuelta que fue rápidamente sofocada debido a su mala coordinación.
Tras la derrota de los francos que habían acudido a la Septimania en apoyo de Athaloco, hubo varios intentos de acercamiento, por vía matrimonial, entre ambas partes contendientes; fracasada esta vía, se reanudaron las hostilidades, con la invasión de la Septimania por parte de los francos, a los que venció en Carcasona el dux Claudio.

Detalle de La conversión de Recaredo I, de Antonio Muñoz Degrain
El tercer concilio de Toledo (589) sirvió para ratificar la abjuración del arrianismo tanto del monarca como de los dignatarios del reino, y para sentar las bases de lo que sería la futura estructura política y religiosa del reino visigodo, en la que el rey aparecía como guía y pastor de la Iglesia y a ésta se le asignaba el papel de guardiana del poder civil; al mismo tiempo, se establecieron los sínodos provinciales.
El resto del reinado de Recaredo transcurrió en una paz relativa, interrumpida por algunos enfrentamientos con los bizantinos en el sur, así como por escaramuzas con los vascones. Su obra legislativa se caracterizó por favorecer a la aristocracia y la Iglesia, así como por la promulgación de las primeras leyes contra los judíos.

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