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martes, 7 de abril de 2020

Abdullah de Arabia Saudí


(Riyad, 1924 - 2015) Rey de Arabia Saudí desde 2005 hasta su fallecimiento en 2015. Inmediatamente después del anuncio de la muerte del rey Fahd, el 1 de agosto 2005, su hermanastro y príncipe heredero, Abdullah ibn Abd al-Aziz, que ejercía la regencia de facto y gran parte del poder político desde 1996, se convirtió en el sexto soberano de Arabia Saudí desde la creación del reino en 1932. Su coronación y el acto de obediencia por parte de los altos dignatarios del país se celebraron el 3 de agosto.
Hijo de la octava esposa del rey Saud ibn Abd al-Aziz, la princesa Fahda, Abdullah nació en la capital del reino en 1924, aunque algunas fuentes fijan su nacimiento en 1923. Esta imprecisión se debe a la disparidad de los calendarios musulmán y cristiano y al hecho de que en aquella época no existían registros fehacientes en un territorio desértico y extremadamente pobre, habitado por tribus nómadas (beduinos). Por parte de madre pertenece a la tribu de los shammar, entre los que recibió una formación guerrera después de haber sido educado por los jefes religiosos.
El nuevo soberano era el vástago número 13 del fundador del reino de Arabia Saudí, en 1932, el legendario rey Saud ibn Abd al-Aziz (1932-1953), extremadamente prolífico y pródigo, que desposó a un total de 22 mujeres y tuvo por lo menos 43 hijos, pero que (en alianza nunca quebrantada con las compañías petroleras) transformó sus dominios desérticos, de límites imprecisos fijados por el Imperio británico, en un Estado relativamente próspero, el primer exportador mundial de petróleo, con un régimen teocrático y de dictadura familiar.
Abdullah no estaba incluido en el poderoso clan de los sudeiri, llamado así por referencia a la tribu de los al-Sudeiri, a la que pertenecía la princesa Hassa al-Sudeiri, la esposa preferida del fundador de la dinastía, con la que tuvo seis hijos varones, entre ellos los príncipes Sultan, Nayef, Salman y el fallecido rey Fahd, a los que se atribuye una rivalidad con los hijos de las otras esposas que forman las ramas de la familia real.
Su primer cargo público fue el de alcalde de La Meca, la ciudad que, junto con Medina, alberga los lugares santos del Islam, y desde 1962, era jefe de la Guardia Nacional, encargada de la vigilancia de los lugares estratégicos y especialmente de los pozos petrolíferos, un cargo que todavía ostentaba al ser proclamado rey.
En 1982, cuando su hermanastro Fahd subió al trono, fue designado por éste primer viceprimer ministro y príncipe heredero, según una norma no escrita por la cual, a falta de ley sucesoria, el soberano nombra a su sucesor después de inaugurar su reinado, teniendo en cuenta los enrevesados equilibrios familiares, por más que la elección debe ser aprobada por el consejo consultivo familiar y los ulemas.
Abdullah realizó varios viajes a Estados Unidos, el primero en octubre de 1976, para entrevistarse con el entonces presidente Gerald Ford. En septiembre de 1998, en su primera visita oficial como príncipe heredero, se reunió con el presidente Bill Clinton en la Casa Blanca, cuando los aviones estadounidenses seguían bombardeando el Iraq de Sadam Hussein. En septiembre de 2000 acudió a Nueva York para intervenir ante la Asamblea General de la ONU. La prensa estadounidense aseguró, en el momento de la subida al trono, que el rey Abdullah era un gran amigo de Estados Unidos y de la familia Bush.
En cuanto a la política interna, sus reformas fueron muy cautelosas. En 1992 respaldó sin reservas la ley fundamental que, por primera vez, prevé que la sucesión en el trono no está circunscrita exclusivamente a los hijos del fundador, sino abierta al “más apto” de sus nietos. La aplicación de la sharia o ley coránica se mantuvo inalterable, los partidos políticos y los sindicatos siguieron proscritos, las mujeres carecían derecho de voto ni podían conducir un automóvil y la escolaridad mixta siguió prohibida.
La regencia
El 1 de enero de 1996 fue encargado de gestionar los asuntos del Estado después de que el rey sufriera una embolia cerebral de la que no consiguió restablecerse por completo. Oficialmente, el soberano recuperó sus funciones en febrero de ese mismo año, pero en la práctica Abdullah siguió actuando como regente y compartió el poder efectivo con su hermanastro Sultan, ministro de Defensa. Ambos pusieron sordina a sus divergencias y su rivalidad en interés de la perennidad de la familia real, aunque el primero, como corresponde a su reputación de devoto islamista, persistió en sus censuras de las extravagancias financieras y presupuestarias de algunos de los príncipes.
Reticente ante la política ostensiblemente proestadounidense del rey Fahd, Abdullah propugnó un nacionalismo temperado y la mejora de relaciones con todos los países árabe-musulmanes, al mismo tiempo que formulaba algunos reproches retrospectivos por no haber sabido preservar la neutralidad en la guerra Irán-Iraq (1980-1988)
Según la mayoría de los análisis de la época, emitió cautelosas reservas sobre la rapidez con la que el monarca llamó a las tropas estadounidenses para que se instalaran en el territorio saudí después de la invasión de Kuwayt por Iraq en agosto de 1990, afirmando que era preciso haber informado antes a las autoridades religiosas o que la presencia de los soldados podía resultar blasfematoria en los santos lugares del Islam. No obstante, consolidó sus relaciones con Washington en cuanto a la estrategia global en Oriente Medio y la estabilidad del mercado del petróleo.
En marzo de 2002, con motivo de una conferencia cumbre en Beirut, presentó la llamada Iniciativa Árabe de Paz, un plan que abogó por la retirada total de Israel de los territorios ocupados y el reconocimiento de un Estado palestino en Cisjordania y Gaza, con capital en Jerusalén oriental. Como contrapartida, ofreció un tratado de paz con Israel y su reconocimiento por todos los países árabes. Aunque el plan fue rechazado tanto por algunos países árabes como por Israel, la ofensiva diplomática prosiguió con sus visitas a Egipto, Siria y Jordania, en lo que el Gobierno saudí describió como “un intento de reanudar el estancado proceso de paz en Oriente Medio y promover la unidad y la cooperación interárabes”.
Rey de Arabia Saudí
Mientras sus hermanastros, Sultan -ministro de Defensa y príncipe heredero- y Nayef, ministro del Interior, se presentaban como ultraconservadores y no especialmente religiosos, el piadoso Abdullah expresaba algunas veleidades reformistas. Contó con el apoyo de los ulemas, pese a sus buenas relaciones con los “infieles” de Estados Unidos. Por sus limitados intentos de reforma y por su combate contra la línea dura de los sectarios wahhabitas (la secta religiosa más radical) y sus discípulos más o menos vinculados a Al-Qaeda, recibió el apoyo de los sectores de la inteligencia y de la clase media, ya que éstos detestan al grupo reaccionario de los sudairis.
Los fabulosos intereses de la familia prevalecieron sobre las querellas de cualquier tipo, pero teniendo en cuenta la edad avanzada tanto del rey como de sus hermanastros, no quedó duda de que el reino vivía en un período de transición y agitado por dos fuertes contradicciones: la de la prosperidad en declive con su secuela de tensiones sociales y la de su estatuto internacional como aliado de Occidente, pero, al mismo tiempo, protector por motivos religiosos de las fuerzas que pretenden destruirlo mediante el terrorismo.
Abdullah, que sufría un defecto de locución, se mostró en general retraído y no apareció mucho en público. Los cronistas lo retrataban como amante de una vida piadosa, austera y tradicional, y la población consideraba que estaba libre de la corrupción que aqueja a parte de la familia. Seguidor de la interpretación salafista del Islam, caracterizada por el rigor, la prensa informó algunas veces de que todas las semanas mantenía una reunión con los jefes religiosos para recabar su consejo. Según fuentes periodísticas estadounidenses, tenía cuatro esposas, siete hijos y quince hijas.

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