(Buenos Aires, 1936) Actual papa de la Iglesia Católica que inició su pontificado en marzo de 2013, tras ser elegido en cónclave después de la inesperada renuncia de su predecesor, Benedicto XVI. El cardenal Jorge Mario Bergoglio tomó tras su elección el nombre de Francisco, nunca adoptado por ningún pontífice anterior, y de inmediato fue llamado por los medios Francisco I; el Vaticano hubo de aclarar que su nombre oficial es Francisco, sin el ordinal. En la figura del papa Francisco han confluido dos hechos sin precedentes en la historia de la Iglesia católica: su pertenencia a la Compañía de Jesús (nunca un jesuita había sido elevado al solio de Pedro) y su origen hispanoamericano, después de veintiún siglos de pontífices originarios de Europa o de Oriente Próximo.
El papa Francisco
Nacido en el seno de una modesta familia de emigrantes italianos, fueron sus padres Mario Bergoglio, empleado de los ferrocarriles, y Regina, ama de casa. Tras graduarse como técnico químico, a los 21 años sintió la llamada de la vocación religiosa e ingresó en el seminario jesuita de Villa Devoto (Ciudad de Buenos Aires), del cual egresaría sacerdote el 13 de diciembre de 1969.
Durante los años anteriores a la ordenación había sido profesor en colegios que la Compañía de Jesús tenía en Santa Fe y en Buenos Aires; por aquel entonces llegó a perder un pulmón debido a una enfermedad respiratoria. Su brillante trayectoria presbiterial, circunscrita a la Compañía de Jesús, lo convirtió en provincial argentino de la misma (1973-1979), en unos tiempos duros y violentos, los de la dictadura militar, en los que le tocó volver a encauzar la misión pastoral de la orden religiosa que fundara San Ignacio de Loyola.
El 20 de mayo de 1992 fue consagrado obispo titular de Auca, cargo que lo convertía en unos de los cuatro prelados auxiliares de Buenos Aires. Más tarde se le designó obispo coadjutor de esta arquidiócesis (3 de junio de 1997), de cuya dirección se hizo cargo, ya como arzobispo, el 28 de febrero de 1998. Inició entonces una intensa labor pastoral basada en dos líneas complementarias: la predicación entre las clases populares y la denuncia de las injusticias económicas y sociales. Acompañó esta labor con ejemplos de morigeración en sus ocupaciones y costumbres.
Las críticas a la corrupción administrativa, primero, y más tarde su firme oposición a la legalización del matrimonio homosexual, enturbiaron las relaciones personales e institucionales con el presidente argentino Néstor Kirchner y su esposa y sucesora, Cristina Fernández de Kirchner. El papa Juan Pablo II lo nombró cardenal con el titulus de San Roberto Belarmino (21 de febrero de 2001), magistratura que compaginó con el rango de primado de Argentina, máxima autoridad del catolicismo en su país. También fue presidente de la Conferencia Episcopal Argentina y del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM).
En el cónclave celebrado tras el fallecimiento de Juan Pablo II (2005), el arzobispo bonaerense obtuvo 40 votos papales, pero la elección se decantó en favor del alemán Joseph Ratzinger, que asumió el papado como Benedicto XVI. Al parecer, durante las dos primeras votaciones, Bergoglio llegó a pedir casi con lágrimas en los ojos al resto de sus hermanos cardenales que dejaran de votarle, pues no se veía con fuerzas para asumir el destino de sumo pontífice.
La elección y el pontificado
Ocho años después, la renuncia de Benedicto XVI (28 de febrero de 2013) fue el evento que posibilitó la ascensión del cardenal argentino al solio de Pedro, para el cual fue elegido el 13 de marzo del mismo año. Jorge Mario Bergoglio se convertía en el primer pontífice latinoamericano y en el primer Santo Padre jesuita de la historia de la Iglesia, asi como en el primero de sus papas que adoptaba el nombre de Francisco, en honor a San Francisco de Asís. La elección de ese nombre cuadra con el carácter del nuevo pontífice, cuya modestia y humildad ya eran patentes en su etapa como arzobispo y cardenal, en la que renunció a su coche oficial y a su residencia palaciega para vivir en un pequeño apartamento donde él mismo preparaba sus comidas.
Francisco saluda a los fieles tras su elección
El 19 de marzo, en la homilía de la misa de inauguración del pontificado, el papa Francisco aseguró que era obligación de los sucesores de Pedro «poner sus ojos en el servicio humilde» y «abrir los brazos para custodiar a todo el pueblo de Dios y acoger con ternura y afecto a toda la humanidad, especialmente los más pobres, los más débiles, los más pequeños», palabras que abrieron expectativas de renovación en la acción de la Iglesia; no se esperaba sin embargo que tal renovación alcanzase las cuestiones doctrinales, respecto a las que el nuevo papa se había mostrado siempre conservador.
Obviamente, un año es poco tiempo dentro de un pontificado, y un periodo del todo insuficiente para visualizar cambios en una institución milenaria; pese a ello puede decirse que, hacia marzo de 2014, se habían enviado numerosas señales que apuntaban hacia una intención renovadora. El estilo humilde y próximo del nuevo pontífice se convirtió en norma: Francisco renunció a vivir en el palacio episcopal y prefirió en su lugar la casa Santa Marta en el Vaticano. Y, en sus numerosas declaraciones, el papa Francisco no sólo reafirmó su compromiso con los pobres, la paz y la justicia social, sino que mostró un inédito grado de tolerancia hacia la homosexualidad y abrió la puerta a la revisión del celibato eclesiástico.
Resultados más profundos son los que cabe esperar de la relativamente silenciosa reforma eclesiástica emprendida por el papa Francisco. La destitución del cardenal Tarsicio Bertone como secretario de Estado del Vaticano y el nombramiento para tal cargo del arzobispo Pietro Parolin fue el paso siguiente a la creación de una Consejo de Cardenales al que encomendó diversos proyectos de reforma de la curia; en tanto que organismo independiente formado por miembros de su confianza, podrían surgir del mismo propuestas realmente renovadoras. Este proceso ha evidenciado el valor e inteligencia del papa Francisco, que de este modo ha evitado desde el principio quedar encallado en la compleja maquinaria vaticana.
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