Nikolái Aleksándrovich Románov San Petersburgo, 6 de mayo/ 18 de mayo de 1868 Ekaterimburgo, 17 de julio de 1918) fue el último zar de Rusia. Nicolás II de Rusia, hijo de Alejandro III, gobernó desde la muerte de su padre, el 20 de octubre de 1894, hasta su abdicación el 2 de marzo de 1917 (de acuerdo al calendario juliano), cuando renunció en su nombre y en nombre de su hijo heredero al trono y este pasó a su hermano, el gran duque Miguel. Durante su reinado vio como el Imperio ruso sufrió una debacle económica y militar, desconociendo las causas de dicho debacle, aunado a su fanatismo religioso , por lo cual creía a sí mismo como enviado de Dios, antigua creencia de que el Zar tenía apoyo divino. Fue apodado «Nicolás el Sanguinario» por los críticos debido a la Tragedia de Jodynka, el Domingo Sangriento y por los pogromos antisemitas que se produjeron durante su reinado. Como jefe de Estado, aprobó la movilización de agosto de 1914, que marcó el inicio de la Primera Guerra Mundial, la revolución y la consecuente caída de la dinastía Románov.
La Revolución de Febrero de 1917 puso fin a su reinado cuando, intentando volver del cuartel general a la capital, su tren fue detenido en Dno, gobernación de Pskov, y fue obligado a abdicar.
A partir de entonces, el zar y su familia fueron apresados, primero en el palacio de Alejandro, en Tsárskoye Seló, después en la casa del gobernador de Tobolsk y finalmente en la Casa Ipátiev, en Ekaterimburgo. Nicolás II, su mujer, su hijo, sus cuatro hijas, el médico de la familia imperial, un criado personal, la camarera de la emperatriz y el cocinero de la familia fueron ejecutados en el sótano de la casa por los bolcheviques en la madrugada del 16 al 17 de julio de 1918. Posteriormente, Nicolás II, su mujer y sus hijos fueron canonizados como mártires por la Iglesia ortodoxa rusa fuera de Rusia.
Desde pronto el zar Nicolás demostró un carácter tímido y más inclinaciones hacia la vida doméstica. Tenía maneras de un alumno de una escuela inglesa de élite. Bailaba de forma elegante, era un buen tirador, cabalgaba y practicaba deporte. Hablaba francés, alemán y su inglés era tan bueno que, se decía, incluso podía engañar a un profesor de la Universidad de Oxford, haciéndose pasar por un inglés. Adoraba la historia así como la pompa del ejército y la vida de soldado. Su padre le concedió el grado de comandante de un escuadrón de guardias a caballo y acudió a Krásnoie Seló, el gran campo militar a las afueras de San Petersburgo usado por regimientos de la Guardia Imperial para maniobras de verano. Allí, Nicolás participaba por entero en la vida militar y las conversaciones en el comedor y su modestia lo hacía popular entre los oficiales. Ningún título significaba más para él que el de coronel.
Nicolás II al momento de asumir el gobierno no ostentaba la fuerte personalidad de su padre, ni la preparación mínima requerida para una Rusia convulsionada, con conflictos latentes y que ocupaba una arista preponderante en el ámbito internacional, esta situación de falta de dominio en la política acabó por llevar al caos a la Rusia Imperial.
Una de las causas principales fue que su padre, Alejandro III, que no lo formó a tiempo para tomar el papel de ser el Zar, en especial en el tema de las relaciones internacionales y de los asuntos internos; en efecto, Nicolás II era hasta el momento de la prematura muerte de su padre, tratado poco menos que como un niño. Tal es así que él mismo al momento de asumir el cargo manifestó a una persona de confianza que:
No estoy preparado para ser zar, nunca quise serlo. No sé nada del arte de gobernar, ni siquiera sé la forma en que debo hablar a los ministros
El zar Nicolás II, al contrario que la personalidad enérgica de su padre, era de naturaleza gentil y abstraída en que trataba de no vislumbrar sus ideas, inteligente, honrado y meticuloso, esencialmente tímido, romántico e idealista y con un carácter pacífico.
Gustaba de la disciplina y vida militar, era muy creyente, trabajador y responsable en extremo y llevaba una rutina de vida invariable. Le era difícil socializar, y a veces solía ser tachado de soberbio, sin serlo. Su formalidad y amabilidad circunspecta era más bien una barrera para quienes lo conocían y tuvo muy pocos amigos personales. Como padre y esposo, Nicolás II era un ejemplo a seguir.
Fue muy manipulado por sus tíos y más adelante por el káiser Guillermo II quienes se aprovecharon del nuevo e inmaduro gobernante para sacar partido en favor de sus conveniencias.
Incapaz de enfrentarse abiertamente a sus ministros o de discrepar cara a cara con algún contrario de opinión, prefería hacer uso de la sutil caballerosidad para darse a entender cuando algo le desagradaba.
Debido al aislamiento y al sentido de la autocracia, una pobre asesoría de parte del Ministerio del Interior en labores de Inteligencia y la falta de contacto con su pueblo, fue incapaz de comprender la realidad sociopolítica que atravesaba su vasto imperio y no vio las amenazas radicales del bolchevismo que se cernían sobre su dinastía y gobierno.
Gustaba de las obras de teatro, del ambiente grato familiar, de la música, las marchas militares, de los deportes náuticos y de navegar en el yate imperial Standart.
Si bien se puede cuestionar su personalidad como dirigente de una nación, como padre era un modelo de excepción para su hijos y un entregado esposo para la emperatriz Alejandra, a quien amaba profundamente.
Ascenso al trono
En 1894, y tras complicaciones derivadas de una nefritis, falleció su padre, Alejandro III. El 1 de noviembre y pasado el período de luto protocolario, Nicolás fue coronado como sucesor y adoptó el nombre de Nicolás II. De acuerdo con sus propias palabras, carecía de formación política, y lo ignoraba todo acerca del gobierno del imperio, explicando su ingenuidad al ser coronado zar en noviembre de 1894. Incluso su propio padre dudaba de su habilidad para administrar y mantener un territorio de 23 millones de km².
La influencia de sus tíos paternos, en especial Sergio Aleksándrovich Románov, Gran Almirante de la Armada, tendría en ello un asidero, y las intrigas cortesanas pesarían grandemente en la acción del nuevo zar, pues de hecho tuvo que soportar al principio manipulaciones de sus propios tíos.
Poco después de su coronación, el 26 del mismo mes, contrajo nupcias con Alix de Hesse, quien había tomado el nombre de Alejandra Fiódorovna Románova al convertirse a la ortodoxia.
Como la relación entre Nicolás y Alix era un verdadero ideal de amor y devoción mutuos, fue la Emperatriz quien aconsejó a Nicolás desde los primeros momentos, que tomara las riendas firmes del poder y fortaleciera su carácter bondadoso y caballeresco del que se aprovechaban a menudo sus parientes.
De ella tendría cuatro hijas: las grandes duquesas Olga, Tatiana, María y Anastasia y, al final, el tan anhelado heredero, el Zarévich Alekséi.
Guerra con Japón
En 1905, intentando contener el avance japonés en Manchuria, que amenazaba los puertos rusos orientales, y por constante recomendación de Guillermo II de Alemania, Nicolás II declaró la guerra al Japón. Nicolás II pensó que obteniendo una fácil victoria sobre Japón no solo lograría estabilizar la situación interna sino que lograría una mayor preponderancia internacional con el prestigio de la victoria. Mal informado, estratégica y conceptualmente, de la situación militar y naval del Japón, no aquilató su propia situación en el frente oriental recién abierto, en especial a la incompetencia e inoperancia absoluta de los almirantes rusos que comandaban Port Arthur y Vladivostok.
Sin declaración de guerra alguna, los japoneses asediaron y bloquearon Port Arthur y Vladivostok, infligiendo una severa derrota a la flota rusa, parte de la cual quedó semihundida y encerrada en el puerto. La pérdida de unidades navales superó el 70%.
El zar entonces, en un desesperado esfuerzo, movilizó a la flota del Báltico, compuesta por buques de guerra inadecuados para navegar por alta mar, en un gran periplo único en la historia, que la llevó a dar la vuelta a Europa y África, sosteniendo graves conflictos diplomáticos con Inglaterra (incidente de Dogger Bank). Su aliada Francia también le dio la espalda en el transcurso del accidentado viaje y la flota solo fue abastecida por Alemania, para después de casi año y medio de navegación llegar al estrecho de Tsushima, donde fue rápidamente derrotada por las fuerzas navales japonesas al mando de Heihachiro Togo.
Primera Guerra Mundial
El asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria en Sarajevo por parte de nacionalistas serbios (atentado de Sarajevo) puso a Nicolás II en un duro aprieto, puesto que su pacto con los serbios no le permitía acceder a las demandas compensatorias del Imperio austrohúngaro. Un extenso intercambio de correspondencia con el káiser Guillermo intentó evitar una confrontación global, y Nicolás II dio órdenes de movilizar tropas solo en la frontera austríaca; el 31 de julio de 1914, ordenó una movilización general, lo que provocaría la declaración de guerra de Alemania y el inicio de la guerra mundial.
El Ejército Imperial Ruso tuvo grandes éxitos iniciales en territorio austríaco y en su momento pudo haber derrotado al Imperio austrohúngaro, pero su avance fue detenido a petición de Francia; sin embargo, el intento inicial de avanzar sobre territorio alemán en dos frentes, uno al mando del general Rennenkampf y el otro al mando del general Samsónov condujo a graves derrotas, en las que perdieron la vida más de dos millones de hombres. Para 1915, el ejército ruso estaba en retirada.
Nicolás II, aconsejado por su esposa y ministros, intentó ponerse personalmente al frente de las acciones, relevando a su primo, el gran duque Nicolás Nikoláyevich del mando de las tropas; fue este un error más, si cabe más grave que la misma declaración de guerra, pues supuso dejar la regencia en manos de su esposa, a quien el pueblo detestaba tanto por su origen alemán como por su estrecha relación con Rasputín. Un detalle importante que explicaría la súbita sustitución del gran duque Nicolás Nikoláyevich, es que este aborrecía a muerte a Rasputín; el monje astutamente aconsejó en forma insistente a la Emperatriz que se lo quitara de en medio, puesto que sectores de la plebe lo llamaban Nicolás III, en alusión a su probable entronización.
El papel de Rasputín
Grigori Rasputín apareció en los círculos monárquicos gracias al contacto que hizo Anna Výrubova, la más cercana cortesana a la zarina, debido a la enfermedad hemofílica que padecía su hijo Alexis. La influencia que ejercía sobre el niño le permitía controlar la enfermedad del heredero al trono, con lo que pronto ganó la confianza absoluta de la zarina y la tolerancia de Nicolás II.
Rasputin era en sí una persona extravagante, de aspecto fornido y con una impresionante carisma, con un grado de acierto muy notable en sus predicciones, una mezcla de santurrón y amigo muy convincente; pero, en contrapartida, un ser con un alter ego muy libidinoso rayando en lo maníaco, que buscaba el placer sexual entre las consortes del palacio.
Rasputin pronto convirtió a la zarina en su amiga y confidente, al punto de que ella consideraba seriamente los consejos que él le daba. La razón de esta influencia poderosa era que la Emperatriz consideraba a Rasputín un enviado de Dios. Esta situación, permitió a Rasputín tomar un papel decisivo en los nombramientos ministeriales cada vez que la Zarina le solicitaba consejo y en el entorno familiar se le llamaba-nuestro amigo-. En el ambiente popular se lo conocía por su sobrenombre de monje loco, y su comportamiento cada vez más entrometido y desafiante comenzó a suscitar odios entre la nobleza y los ministros y especulaciones de todo tipo en el pueblo en relación al tipo de vínculo que sostenía con la Zarina, situación que los enemigos de la corona explotaron hasta la saciedad entre la plebe. La influencia de Rasputín agrietó fuertemente el prestigio de la monarquía ante la opinión pública.
Antes de la partida de Nicolás II al frente alemán, Rasputín predijo que si él moría a manos de gente de su familia, nadie de la familia de Nicolás II le sobreviviría más de dos años (acierto que se cumplió).
Finalmente Rasputín fue asesinado por un grupo de aristócratas que lo habían invitado a una fiesta del 29 al 30 de diciembre de 1916.Parece probado que sus asesinos, con el príncipe Félix Yusúpov a la cabeza, le dieron pasteles y vino cargados de cianuro. Al ver que no le afectaba mucho, el príncipe le disparó al pecho, le golpeó la cabeza con un bastón lleno de plomo y lo arrojó al río Nevá. Se comprobó que Rasputin murió más tarde ahogado.
Después del asesinato de Rasputín, el gobierno monárquico empezó a desintegrarse con abismal rapidez. Las sucesivas derrotas rusas en la Primera Guerra Mundial fueron una de las causas de la Revolución de Febrero. A partir de enero de 1917 la situación interna, empeorada por el curso desfavorable de la guerra con Alemania y las instigaciones revolucionarias, sumadas a las intervenciones políticas de la Emperatriz, hicieron que la Cuarta Duma cediera a la presión de los revolucionarios y se formara un Gobierno provisional, liderado por Kérenski, un revolucionario de estilo moderado.
La decisión de formar el gobierno provisional tuvo aceptación en todos los estamentos sociales y militares, incluido el Estado Mayor de Nicolás II, quien se vio encajonado con la grave situación política que se imponía en Petrogrado. Por un instante, se redactó la abdicación en favor de su hijo Alexis; pero dada la condición de salud e inmadurez del heredero, cambió de parecer.
Nicolás II, incapaz de controlar la situación, abdicó sus derechos y los de su hijo el 2 de marzo de 1917, dando así fin a la dinastía Románov y el comienzo de la era de los Sóviets. La abdicación se produjo en la localidad de Dno que significa fondo en ruso.
Nicolás II se dejó detener, sin ofrecer resistencia, a su regreso del desmoronado frente. Fue confinado junto con su esposa e hijos en el palacio de Tsárskoye Seló, en las afueras de Petrogrado, reteniendo algunos privilegios domésticos.
Aleksandr Kérenski, preocupado por la seguridad de la familia imperial, intentó inicialmente enviarlos a Inglaterra, ya que el rey Jorge V, primo del zar, había enviado en marzo una invitación. Pero no solo el Sóviet de Petrogrado se opuso rotundamente, sino que Jorge V finalmente retiró su ofrecimiento, al temer problemas políticos internos y ante la oposición del Partido Laborista.16 Además, tanto Inglaterra, Alemania y su aliada Francia ignoraron sus requerimientos de asilo.
En agosto de 1917, temiendo un intento de asesinato, Kérenski exilió a los Románov a Tobolsk, en Siberia. Antes de partir Kérenski previno a Nicolás II: «Los sóviets desean mi cabeza, después vendrán por usted y su familia».
En Tobolsk, la familia del zar gozó de una relativa libertad de movimientos ya que el sector era promonárquico, incluso hubo oportunidades de realizar una fuga o ser rescatados ya que la guardia no era numerosa e incluso algunos soldados llegaron a entablar alguna relación amistosa con los prisioneros. En octubre de 1917, el gobierno de Kerenski cayó y este huyó al extranjero, con ello la suerte de la familia imperial quedó sellada en manos del gobierno de los soviets.
Asesinato y desaparición del zar y su familia
El plan secreto original del Comité Ejecutivo Central Panruso, era trasladar al zar a Moscú, donde Trotski quería realizar un gran juicio público contra él. Sin embargo, los bolcheviques de la cercana Ekaterimburgo, a cuyo frente estaba el dirigente del Sóviet de los Urales Filipp Goloshchokin, eran conocidos por su radicalismo y aspiraban a hacerse con el control del zar para encarcelarlo o ejecutarlo ellos mismos. En vista de ello, a principios de abril Yákov Sverdlov, un dirigente bolchevique perteneciente al círculo íntimo de Lenin, ordenó al comisario Vasili Yákovlev que se hiciera cargo de la familia imperial e intentara llevarlos sanos y salvos a la capital. Debían pasar por Ekaterimburgo para no levantar sospechas, pero en el camino Yákovlev temió una emboscada y se desvió hacia Omsk, lo que hizo que Goloshchokin sospechara que se preparaba la huida del zar a Japón y, finalmente consiguió que Sverdlov autorizara el regreso a Ekaterimburgo a cambio de garantías de que el zar y su familia no sufrirían daños.
El zar y la zarina llegaron a Ekaterimburgo el 30 de abril de 1918 y sus hijos, que habían viajado por separado, se reunieron con ellos el 23 de mayo. Todos fueron llevados a la casa de un hombre de negocios local, Nikolái Ipátiev, que había sido requisada el día anterior. El trato que recibieron empeoró considerablemente en comparación con sus anteriores destinos, se saquearon sus pertenencias y debían permanecer recluidos en sus habitaciones.
A finales de junio Goloshchokin viajó a Moscú con ocasión del Quinto Congreso de los Sóviets y allí fue donde, tras deliberar con Lenin, se decidió la ejecución de los Románov, aunque sin fijar ninguna fecha concreta. Así, el 4 de julio la Cheka local, al mando de otro hombre de confianza de Lenin, Yákov Yurovski, asumió la responsabilidad de la vigilancia de la casa Ipátiev. Mientras tanto, la situación en la región había empeorado gravemente para los bolcheviques y, en vista de que la misma Ekaterimburgo estaba en grave peligro ante el ataque de la Legión Checoslovaca, el 16 de julio Goloshchokin le envió a Zinóviev un telegrama cifrado con destino a Sverdlov y Lenin solicitando la ejecución inmediata de la familia imperial. La respuesta afirmativa de Moscú, es posible que proveniente directamente de Lenin, llegó ese mismo día.1920
La planificación misma del magnicidio in situ fue hecha por Yurovski, quien se reservó el derecho de disparar primero sobre el «verdugo coronado» como se lo llamaba a Nicolás II; aparte de Yurovski, la camarilla la componían, Piotr Ermakov y Gregoy Nikulin, todos miembros y asesinos probados de la Cheka.
Un subordinado de Goloshchokin, Piotr Ermakov, quien tenía el control del campesinado del Ural, tenía la función de eliminar toda evidencia del asesinato no pudo conseguir los dos camiones de transporte requeridos hasta el día siguiente. Ermakov además de participar en el pelotón, haría encender los motores de ambos vehículos para ahogar el ruido de los disparos.
El escuadrón estaba compuesto por doce hombres, siete de los cuales eran excombatientes húngaros, a cada uno de ellos se les asignó una víctima; dos de ellos se negaron a disparar sobre mujeres y al menos uno de ellos fue desechado y reemplazado por Ermakov. Los miembros del escuadrón eran Grigori Nikulin, asistente de Yurovski, Piotr Ermakov asistente de Goloshchokin, Piotr Medveyed, S. Vagánov, Andreas Vergasi, Laszlo Horvath, Víctor Griinfeldt, Imre Nagy, Emile Fekete, Anselm Fischer e Isidor Edelstein.
En la medianoche del 17 de julio el zar junto a los integrantes de la familia fueron llevados al sótano de la Casa Ipátiev donde fueron asesinados, junto a algunos sirvientes cercanos, e incluso un médico leal. El pretexto era que se les iba a tomar una fotografía antes de partir; pues otra vez se los iba a trasladar.
Nicolás II colocó al heredero en sus rodillas mientras tomaba asiento junto a la zarina, las hijas se sentaron atrás y los sirvientes y el médico a los costados, de pie. Pasaron unos instantes y repentinamente entró Yákov Yurovski revólver en mano y 17 soldados armados con fusiles a la bayoneta.
Cuando Yákov Yurovski levanta el revólver y declara al zar que el pueblo ruso lo ha condenado a muerte, el zar alcanza a balbucear "¿Qué?" y le dispara casi a quemarropa. El zar cae instantáneamente muerto, la zarina se alcanza a incorporar haciendo la señal de la cruz y es muerta de un disparo en plena boca por Yurovski21 y seguidamente los fusileros realizan una descarga cerrada al resto de la familia. Las hijas, que llevaban corsés apretados y además en su interior estaban cargadas con joyas, no mueren inmediatamente y son rematadas a la bayoneta. Anastasia, murió rematada a bayonetazos realizados por Ermakov. El zar murió con 50 años recién cumplidos.
El zarévich sobrevivió a la primera descarga y fue asesinado por Yurovski en el remate de moribundos, de dos disparos a la altura del oído. Una de las sirvientas que no recibió la primera descarga fue perseguida dentro de la habitación y rematada a bayonetazos, e incluso la mascota de la gran duquesa Tatiana, su perrito, fue muerto de un disparo.
Posteriormente los cuerpos fueron llevados en camiones y depositados en una mina abandonada.
Al día siguiente, Yurovski, temiendo que el rumor sobre el fusilamiento indujera a recuperar los cuerpos, ordenó su traslado y destrucción de los cadáveres por fuego y ácido y que se arrojasen a piques de otras excavaciones, ubicadas 12 km fuera de la ciudad, en la mina que se llama «los cuatro hermanos».
Para la ejecución, se seleccionaron once hombres con revólveres. Dos de ellos se negaron a disparar contra las mujeres. Cuando llegó el vehículo, todos dormían. Al despertarlos se les explicó que debido a la intranquilidad existente en la ciudad, era necesario trasladarlos del piso superior al inferior. Demoraron media hora en vestirse. Abajo habíamos vaciado una pieza que tenía un tabique de madera estucado, para evitar el rebote. La guardia se encontraba en disposición combativa en el cuarto vecino. Los Románov no sospechaban nada. El comandante fue a buscarlos en persona y los condujo hacia la pieza. Nicolás llevaba en brazos a Alexis, los demás llevaban almohadillas y otras cosas pequeñas. Al entrar en la habitación vacía, Alejandra Fiódorovna preguntó: "Cómo, ¿no hay ninguna silla? ¿Ni siquiera podemos sentarnos?" —según el relato de Yurovski, se trajeron dos—, Nicolás puso en una a Alexis y en la otra se sentó Alejandra Fiódorovna. A los demás se les ordenó formar una fila. Hecho esto, llamaron al comandante. Cuando este entró, dijo a los Románov que, como sus parientes en Europa continuaban la ofensiva contra la Rusia soviética, el Comité Ejecutivo de los Urales había decretado fusilarlos. Nicolás se volvió de espaldas, de cara a su familia, y luego, como recobrándose, se volvió y preguntó: "¿Qué, qué?". El comandante repitió la explicación y ordenó al comando que se preparara. Cada uno sabía de antemano contra quién iba a disparar. La orden era apuntar al corazón para evitar el derramamiento de mucha sangre y terminar más rápido. Nicolás no dijo una sola palabra más, de nuevo se volvió cara a su familia, otros lanzaron exclamaciones incoherentes. Luego comenzaron los disparos, que duraron dos o tres minutos. Nicolás fue muerto por el mismo comandante a quemarropa. Luego murieron Alejandra Fiódorovna y su séquito. En total, fueron fusiladas doce personas: Nicolás, Alejandra Fiódorovna, su hijo Alexis, sus cuatro hijas (Olga, Tatiana, María y Anastasia ), el doctor Yevgueni Botkin, el criado Trupp, el cocinero Tijomírov, otro cocinero y una camarera cuyos nombres el comandante no recuerda.
En 1979, los historiadores Aleksandr Avdonin y Geli Riábov hallaron la posible tumba de la familia imperial en el bosque de Koptiakí. Temiendo informar del descubrimiento, no lo hicieron público hasta años después. El 12 de abril de 1989 los periódicos dieron la noticia del hallazgo. La tumba no fue abierta hasta 1991 por las autoridades soviéticas y se hallaron en su interior nueve cuerpos. Mediante el examen de los esqueletos, los científicos soviéticos concluyeron que faltaban los cuerpos de Alexis y de la Gran Duquesa Anastasia. Las identificaciones de los esqueletos fueron confirmadas posteriormente mediante análisis de ADN.
Con su asesinato por el movimiento revolucionario de los bolcheviques, a consecuencia de la Revolución de octubre de 1917 se extinguió la dinastía Románov. Está enterrado desde 1997 en la catedral de San Pedro y San Pablo en San Petersburgo junto con el resto de la familia imperial y de los demás zares rusos.
En 2007 se anunció el descubrimiento de los cuerpos de Anastasia y Alexis que, tras realizarles las pruebas de ADN, serán enterrados junto a sus padres y hermanas.
En 1981, la Iglesia Ortodoxa Rusa en el exilio canonizó a los integrantes de la familia Románov, una decisión refrendada en agosto de 2000 por el sínodo de la Ortodoxia Rusa. Desde 1998 sus restos reposan en la Catedral de San Pedro y San Pablo de San Petersburgo.
El entierro de los restos mortales de la familia real dio pie a debates en medios políticos y religiosos. Pese al examen pericial genético que corroboró la autenticidad de los restos reales descubiertos, tanto la Iglesia Ortodoxa Rusa como los poco numerosos monárquicos de Rusia se niegan a reconocer que en la Fortaleza de San Pedro y San Pablo fueron enterrados justamente Nicolás II y sus familiares.23
A la luz de este hecho, la decisión tomada por los Jerarcas de la Iglesia Ortodoxa Rusa de canonizar a Nicolás II (Románov) parece algo contradictoria. Según las tradiciones de la Iglesia Ortodoxa Rusa, existen determinadas condiciones a las que deben responder los candidatos a la canonización. Por ejemplo, sus restos deben curar y del icono debe emanar crisma.
La Iglesia parece haber tenido sus razones para declarar santa a la familia imperial. Algunos piensan, por ejemplo, que la Iglesia Ortodoxa Rusa hace cierta concesión a la Iglesia Rusa en el extranjero que había canonizado a Nicolás II hace aproximadamente veinte años. Según afirma el clero, el Zar fue canonizado debido a su "resignación y docilidad frente al martirio".
Según piensan los prelados, la decisión de canonizarlo debe traer paz a las almas de los habitantes de Rusia y reconciliarlos con el pasado del país. Pero no fue así: los sondeos de opinión muestran que la población se ha dividido más o menos en dos partes iguales, una mitad cree que Nicolás II merece ser canonizado, mientras que la otra mitad tiene una opinión distinta.
Los partidarios de la canonización piensan que Rusia es culpable ante el ungido por haber acogido con indiferencia su ejecución en 1918 y ahora debe expiar esta culpa. Los adversarios de la canonización dicen que el Emperador no era un santo. El Zar bebía y fumaba, asistía a funciones espiritistas, le gustaba cazar cornejas, todo lo cual dista de corresponder a la imagen de un santo.
El 1 de octubre de 2008 el Tribunal Supremo de Justicia de la Federación Rusa rehabilitó a Nicolás II y su familia, teniendo en cuenta a las víctimas de la represión política bolchevique, una decisión muy esperada por los descendientes de la familia imperial y la Iglesia Ortodoxa Rusa.
De acuerdo al veredicto pronunciado por el juez, el Tribunal Supremo calificó de infundada la represión y estableció la rehabilitación de Nicolás Románov (Nicolás II), Alejandra Fiódorovna (su esposa), Alexis, el príncipe heredero (zarévich) y sus hijas Olga, Tatiana, María y Anastasia.
Esta decisión responde favorablemente a una denuncia presentada en 2005 por el abogado de la Gran Duquesa María Vladímirovna, que afirma ser la heredera de Nicolás II. La familia expresó « alegría y satisfacción », dijo su portavoz, Iván Artsichevski, representante de otra rama de descendientes de los Románov.
Un estudio hecho por el "Centro de opinión de todos los rusos" mostró que un tercio de los rusos estaba a favor de la restauración de la monarquía en 2013.
En 2017, una encuesta hecha por Izvestia averiguó que el 22% de los rusos estaban "no en contra de la monarquía... pero no ve un candidato para el puesto." La encuesta también encontró que el 37% de los jóvenes rusos estaban totalmente a favor de la restauración monárquica.
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